Esta mañana caminando por el centro del puerto, por el centro de la ciudad, no pude cruzar la calle hasta ver culminar la extensa caravana de gente en protesta. Pero esto también fue ayer. La verdad, es un asunto de todos los días. ¿Por qué protesta la gente? ¿Lo hace por ociosidad?. El ambiente que se vive es comparable a una casa miserable donde una decena de niños llora por falta de alimento. Es una metáfora. Una imagen terrible que me aflora. Porque Chile no es un país de luces multicolores. Esta es la fantasía que han y siguen elevando unos pocos. La realidad es que el 80 por ciento de quienes viven en este territorio andino, lo hacen bajo un endeudamiento feroz, la soga que mantiene en zozobra. El llanto de niños con hambre es terrible. Si le unimos que sus padres son drogadictos y alcohólicos, es más terrible aún. Es otra metáfora. No quiero decir que quienes nos gobiernan tengan estas adicciones, pero sí expongo esta imagen como símbolo de “irresponsabilidad”. Nadie llora por llorar. No es agradable llorar. Aquí falta algo. Faltan muchas cosas. Se fueron acumulando. Las calles son el resultado. Los poderosos, los partidos políticos, el gobierno, busca, como antaño, quebrar huelgas. Hoy ni eso resulta. Nadie quiere venderse, porque ya conocen los resultados. Es decir, “el llanto” aterrador de la gente, es porque todos se cansaron de tanta mentira. Tengo la impresión que hasta la fuerza pública comienza a darse cuenta que es utilizada por la barbarie.
Escrito por Carlos Amador Marchant, en 25 de junio de 2015,en Valparaíso-Chile
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