domingo, 26 de agosto de 2018

ENRIQUE GRAY, UN HOMBRE DE SÚBITAS APARICIONES



Escribe Carlos Amador Marchant

Es probable no haya conocido a Enrique Gray, a no ser por la valiosa invitación recibida en 1983, para el lanzamiento de su primer libro titulado “La Isla”, cuya temática estaba relacionada con Las Malvinas, ese tétrico conflicto entre Argentina e Inglaterra, que desembocó en una cifra cercana a setecientos muertos por parte del país trasandino y doscientas bajas inglesas, en poco más de dos meses de guerra.
Aquellos momentos funestos en el real sentido de las palabras, donde contradicciones dejaron clara la palabra “expansionismo”, los únicos perdedores fueron quienes entregaron sus vidas. El poeta Gray, el escritor Gray, en instantes complicados para la expresión literaria, puso su talento y valentía, hay que decirlo, lanzando versos donde el dolor a la pérdida, el dolor a la sangre, están en cada página.
Al norte de Chile, específicamente a Arica, me llegó entre muchas otras correspondencias de época, este hermoso libro en elegante formato. Estaba ahí, por cierto, la mano de Miguel Arteche (1926-2012), Premio Nacional de Literatura 1996, quien por esos años dirigía el Taller Nueve, grupo al que perteneció Gray.
Dicho encuentro fue programado en la Plaza Mulato Gil de Castro, en Santiago, y aún veo la plazoleta de esos años, donde Enrique Lafourcade tenía una librería pequeña en el primer piso, y donde el aire a vida joven todavía bailaba por mis venas. Gray, bordeaba los 59 años. Lo veo, con su sobresaliente pelo cano, en el segundo piso. Subo a saludarlo. Más allá está Oreste Plath, Pedro Olmos, entre muchos otros. Antes que Arteche, diera la partida al encuentro, apareció, súbito, Jorge Teillier. Todos lo abrazan. Muchas mujeres lo abrazan. Hay aplausos, hay risas, empanaditas diminutas, vino tinto. Fuimos al día siguiente a visitar la ya antiquísima librería Nascimento, en Ahumada 125, el sitio de las históricas tertulias literarias y, por sobre todo, el lugar donde se gestó, se produjo, lo más granado de la literatura chilena. Ya muerto, allí se percibía la imagen, la voz de Carlos George Nascimento (1885-1966). Tres años después, aquel sitio cerraría sus puertas (1986).
Enrique Gray, se había dedicado desde muy joven, tras dejar el mundo asalariado, al tema de la empresa privada. En términos más reales, al asunto de la importación y exportaciones. En otras palabras, era una especie de gerente. Pero era un gerente de los que, hastiado de números y cifras, por las noches dejaba un espacio para su gran pasión: la lectura. Y he aquí la importancia de este hombre. Más bien, aquí está su rescate.
El poeta de “las súbitas apariciones”, se desplaza por distintos lugares de Chile. En Arica, en la década del 70, colabora con el diario “La Concordia”. Escribe crónicas. Más al fondo de Chile, lo hace con el diario “El Sur” de Concepción. Y en cada lugar donde debía desplazarse por su trabajo, dejaba contactos con sus pares. Era el estilo de Gray. Es decir, la literatura estaba a su lado, aunque siempre dijo no tener grandes pretensiones. Pero, al margen de la fama, las mujeres siempre lo recordaban. Nana Gutiérrez, la antipoeta de Arica, en la década del 70, en diálogos con ella, se refirió a este poeta como un hombre muy guapo y varonil. En 1972, a raíz de un premio en Revista Paula, la mismísima Isabel Allende, Premio Nacional de Literatura 2010, una de las escritoras más leídas, muy aplaudida, pero al mismo tiempo muy vilipendiada, dijo: “Nuestra larga amistad me da el derecho a hablar de él sin el menor respeto. Es un tipo encantador y buenmozo, bastante tímido a pesar de que procura que no se note mucho, con un talento enorme para escribir cosas divertidas y un gran sentido de la ironía. Cuando escribe en serio también es bueno, pero como yo tengo debilidad por la risa, lo prefiero en la onda risueña”.
Pero Gray, publicó poco: “La Isla” (poemas 1983): “Sonetos del francotirador “ (1984); “Los sábados de Buck Jones” (cuentos 1993). Es probable haya editado uno o dos más, pero los desconozco. Insisto, al poeta no le interesó la fama ni las carreras, más bien gozaba con la lectura, con el mundo del arte, con el humanismo.
En 1985 nuevamente lo contacto en Santiago y viajamos al campo interior de la zona. Diez años más tarde nos encontramos en Arica, en el valle de Azapa. En 1999, cuando yo radicaba en Valparaíso, me entero que Gray, vivía en Concón. Por esas cosas del destino, en una actividad literaria en la Intendencia del puerto reconozco su voz. Dialogamos sobre los caminos y la vida, sobre los espacios y el tiempo. Cuando sale a la luz un nuevo libro de mi autoría (Alone Again-2000), pido que junto a Juan Cameron presenten este texto. El encuentro fue en la Biblioteca Severín y conservo un cassette con su intervención. El año 2008 me atrevo a visitarlo en su casa de Concón, y en esa oportunidad me da a entender que pretende vender todo para refugiarse en algún lugar de Chile. Nunca más supe de él hasta que, de repente, gracias a la revista “El Dedal de Oro” del Cajón del Maipo, leo lo siguiente: “A PUNTO DE IRNOS A IMPRENTA, HEMOS RECIBIDO EL SIGUIENTE MENSAJE DE MANUEL BALLESTEROS VILLAVICENCIO (MAJEBAVI@HOTMAIL.COM):
HOY MARTES 10 DE ABRIL HA FALLECIDO EL ESCRITOR DIÓGENES ESTRADA, SEUDÓNIMO DE ENRIQUE GRAY. PARA QUIENES LO CONOCIMOS, NOS DEJA UN GRAN MENSAJE DE BÚSQUEDA DE UN MUNDO MÁS DIGNO Y LIBRE PARA TODOS. UNA VEZ MÁS EL PAGO DE CHILE SE DEMUESTRA EN LA FALTA DE ESPACIO QUE OCUPAN NUESTROS POETAS. AUN ASÍ, ENRIQUE SE INTERESA HASTA EL ÚLTIMO DE SUS DÍAS EN FOMENTAR EL AMOR POR LA HUMANIDAD.” 
Esto fue el 2012, es decir, seis años antes de esta crónica. Sin esta revista, jamás me habría enterado de su deceso.
Lo cierto es que traje a Enrique Gray (1924-2012), porque siempre hay quienes marcan caminos sin que nos demos cuenta. Era para mí la etapa primaria de los sueños literarios (1983). Hoy tal vez ya no son tantos. Ahora me interesan las letras minuciosas, sin bullas, sin estrépitos. Si bien Gray, en ese último contacto me recalcó, aconsejó, que no perdiera el tiempo en cosas extra literarias, fue provechoso traerlo al presente, porque los recuerdos, a veces, sin duda, ordenan caminos, enseñan lo complicado y sencillo de la vida:

TRINIDAD
(del libro “La Isla” de Enrique Gray)

Con tres ladrillos se arma una pared,
con tres paredes un cobertizo,
con tres cobertizos se arma un pueblo:
esto no es juego de niños.

Con tres palabras se arma una frase,
con tres frases una controversia,
con tres controversias un conflicto:
esto no es un juego.

Con tres fusiles se arma una pirámide,
con tres pirámides un cementerio egipcio,
con tres cementerios avanza un regimiento.
¡esto no!.



Escrita el 26 de agosto de 2018

2 comentarios:

  1. Me alegro de haber encontrado está publicación, hoy por cosas de la vida me acordé de don Enrique a quien conocí siendo una niña de unos 12 años, en el Cajón del Maipo, tuve el honor de ser su alumna en un taller que hacía de "creación literaria" dónde éramos un pequeño grupo de unos 4 niños que gozamos de aprender poesía y cuentos maravillosos, para después aprender a escribirlos, el es responsable de mi sed literaria y mi amor a la poesía. Aún que este escrito ya tenga un par de años es la serendipia que necesitaba este frío día recordando a don Enrique

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"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

Carlos Amador Marchant.-

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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