Carlos Amador Marchant
Veía
a los muchachos cuando se trasladaban a la playa. Iban todos en fila
india, extasiados, contando minutos, enrojecidos por la ira del
momento. Iban todos mirándose a la cara, comentando el bochorno
provocado por ese garabato electrocutado, lanzado, como improperio.
Muchos
años me pregunté por qué se le daba
tanta importancia a la mentada palabrota; por qué, además, es
capaz de electrizar, hasta culminar en desafío a puñetazo limpio.
Lo cierto es que “concha de tu madre”, por lo menos en Chile,
viene siendo el más ofensivo garabato translúcido.
Por
esta razón, los muchachos iban a la playa, a ese sitio diminuto a
tres cuadras de la calle Lynch. Iban,
simplemente, a pelear como
boxeador de pueblo pobre.
Eran
niños de 10 años, aquellos que jugaban bolitas, trompo, fútbol
sobre canchas de tierra seca, dura.
Entre
el sol de veinticinco grados, sol aplastando al
desierto, bajo
mar; en medio, a la vez, de ruidos, de murciélagos chocando con
latas, de ese puerto, de esa ciudad, seca,
achicharrada,
había
salido, como flecha, aquel garabato hasta alcanzar al
ofendido.
Asaz
alejado de cualquier inocencia, entendiendo que aquella frase ínfima
envenenada desde tiempos aciagos se refería, única y
exclusivamente, a la parte íntima de la mujer, los liliputienses
sabían a ciencia cierta que no habían llegado a este mundo
transportados por una ensoñadora
cigüeña.
Es decir, esa era la razón por la que defendían tanto aquel
territorio, consignado como algo más preciado, incluso,
que la patria. Y claro que lo era. Se trataba del sexo
femenino, portador y creador, al mismo tiempo, del proceso-transporte
de un ser hacia esto que llamamos vida.
Entonces
la cosa era filuda. No solo ofendía,
sino que hacía reventar venas, salir ojos de cuencas, botar baba
temprana, confundir los días con las noches.
Sin
embargo, cuando el muchacho recibía como balde de agua el susodicho
“conchadetumadre”, al
unísono lanzaba otra frase de pellizco: “la tuya es más vinagre,
mierda”.
Al
paso de años también me pregunté
quién enseñó a aquellos arrancapinos la mentada frase.
El
término “vinagre”, significa “líquido agrio” y que al mismo
tiempo proviene de una descomposición. Es decir, se
trata de
la
“salida”, de
la
respuesta,
también bastante ofensiva.
Terminé
concluyendo, por consiguiente,
que aquellas heroicas madres de época, mujeres de pueblo vivo,
relucientes, pícaras, eran las que aleonaban a sus descendientes. El
diálogo debe haber sido así: “Si alguien te trata de ofender
responderás con esta otra frase. Nadie debe maltratar a tu madre”.
Entonces
los muchachos iban todos a la playa, en fila india, a dirimir, a
ajustar cuentas. Serían rodeados por un grupo de otros infantes
aguerridos. Harían
una especie de coliseo humano. Lanzarían
golpes y más golpes, a puño limpio, con las reglas de antaño, sin
el uso de patadas ni herramientas, porque a la madre no se le
insulta,
gritaban. Y regresaban a sus casas amoratados, ensangrentados,
conscientes
de haber defendido lo más preciado de la existencia, pero
a la vez entendiendo que las frases “ conchadetumadre”
y “la tuya es más vinagre”, eran léxicos que tenían que
erradicar entre juegos de mañanas y noches, entre sonidos de platos,
de risas tempranas, entre ese sol que ilumina, casi eterno, a la
tierra, y
en paz.
Escrito
en 11 de julio de 2019
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