Escribe Carlos Amador Marchant
Pareciera que el sistema a nivel
mundial gana, inicialmente, la batalla para contrarrestar muchas
demandas por deficiencias, atrofias y despreocupación hacia el ser
humano. Sin pecar de irresponsabilidad, hay que anotar la
“coincidencia” de la abrupta aparición de un virus que azotaría
a la población justo en un período en que el mundo, en que diversos
países con una población dolida por desigualdades, se levanta para
pedir un acercamiento a la justicia social (palabra demasiado
gastada, pero que existe). No hay que olvidar que el sistema, aparte
de tener poderosas fuerzas armamentistas para destruir lo que sea,
tiene también un poderoso sistema comunicacional que funcionó muy
bien en la Alemania Nazi, puesta en práctica por Joseph
Goebbels, nada menos que el padre de la propaganda
y
responsable, además,
del mal
llamado
Ministerio
de Educación Popular, que
diera muy buenos resultados para el régimen (desde 1933),
manteniendo al mundo “informado mentirosamente” del acontecer de
ese país caído en deshonra.
Nótese
arriba, que he dicho “sin pecar de irresponsabilidad”, y
junto con esto me
atrevo a decir varias cosas. Primero, pensando en la realidad del
virus y la mortandad según la prensa mundial, también habría que
expresar que los chilenos hace rato dejaron de ser tontos y se dan
cuenta de inmediato que esta versión viral es para detener
movimientos sociales. Segundo, cuando me referí a la Alemania nazi,
lo hice en el sentido de decir que los propósitos del accionar de
entonces estaban
enfocados
y sistematizados
con un objetivo real: “ser dueños del mundo”. Dicha acción,
igual como se hace hoy, es con la deshonesta expresión de “a costa
de todo” sin restricciones.
Causa
pánico ver, leer y luego reflexionar (si podemos, porque no nos
dejan), observar en la prensa escrita, hablada, televisiva e incluso
en internet, cómo nos bombardean con informaciones constantes que
llevan a la alarma pública, al
desazón, al desconcierto. Vemos poblados completos en lugares de
Europa, como
resultado de esa prensa, vacíos.
Los expendios de víveres se agotan, etc. En algún momento, en algún
sitio, recuerdo, era penado alarmar a la población. Hoy se hace como
si nada, como una costumbre diaria. Y pareciera que nadie hace mucho.
No estoy diciendo que no se informe a la ciudadanía sobre hechos que
acontecen y puedan perjudicarla, pero provocar el pánico a mansalva,
creo no sería la idea.
Las
universidades y colegios comienzan a cerrar sus puertas por un
espacio, dicen, de a lo menos dos semanas. Está bien que se tomen
resguardos. Por el mismo espacio, pienso, deben cerrarse fronteras
para la
entrada
de turistas. Los resguardos siempre son necesarios.
El
virus, el famoso Corona, lleva también a meditar
en qué situación se encuentran los hospitales chilenos, la
salud en general, aquella que ha sido denominada como “la mejor del
mundo”. Por otra parte, y hablando también de contaminación, hay
que anotar la contaminación ejercida por fuerzas del llamado
“orden”, perjudicando la respiración de ciudadanos importándoles
carajo la salud de la gente.
Acoto
que muchas plantas, arbustos de Valparaíso, por poner un ejemplo, se
han deshojado sin dar frutos o dándolos de una manera defectuosa,
producto precisamente de estos gases contaminantes. Es decir, virus y
propaganda
excesiva por una lado, y por el otro, irresponsabilidad absoluta de
delincuentes con uniformes
que transitan por calles.
Me
pregunto qué rostro pondría el químico francés Louis
Pasteur (1822-95),
al ver tanto descuido a la salud en Chile, mientras unos pocos se
llenan bolsillos para comprarse mansiones y pasear por el mundo.
Es
probable el sistema, en estos días, esté ganando una de sus
batallas. Pero no es la idea vivir la vida, siempre,
con tanto engaño. Hay que ejercer un poco de respeto por la
sociedad. Y
esto último, es lo menos que se ve en estos dos años de gobierno en
Chile.
Escrito
en 15 de marzo de 2020.-
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