Escribe Carlos Amador Marchant
He estado repasando vídeos sobre la masiva marcha del 8 de marzo
(Día de la Mujer 2020) que alcanzó cifras cercanas a los dos
millones de personas solo en Santiago, y me he quedado muy para
adentro. Porque muchas mujeres y hombres (de todas las edades) con
disposición y valentía sobrehumanas no solo exponen sus vidas en
estas y otras tantas manifestaciones callejeras, sino que lo hacen en
representación de toda una nación incluidos niños y ancianos. Y
fíjense ustedes que, en mis ya largos años de vida y, por cierto,
experiencia, jamás había visto a una población que, saliendo a las
calles mayoritariamente en contra del sistema, se encuentre con
“personajes” que no se inmutan, que no mueven una ceja. Muy por
el contrario, ministros y representantes del gobierno (ni hablar del
Presidente) aparecen sonrientes en los medios de comunicación como
si nada ocurriese a su alrededor.
Entonces uno se pone a pensar en muchas cosas, uno se pone a pensar
en que tal vez los chilenos somos olvidadizos o no queremos darnos
cuenta que estamos en una encerrona malsana. Porque aquel mundo
inmutable y que es minoritario, tiene a su haber una poderosa empresa
(televisión, prensa escrita y radial) con una pléyade que vive
fuera de toda realidad, que parecen verdaderos payasos de circo
indeleble, y cuya misión escrita con mayúscula es “desvirtuar la
realidad a costa de todo”. Unido a esto están las otras empresas,
es decir las fuerzas de orden y militar que, desde los lejanos años
de dictadura se han mantenido “intactas”, con las mismas tácticas
y los mismos“matones a sueldos” financiados por los poderosos
para cuidar lo que tienen. Esta misma escenografía nos lleva a
meditar en asuntos más profundos aun: “los políticos que se
atrevieron a engañar a la ciudadanía pactando con los golpistas
para llevar adelante la llamada “transición a la democracia”
(1990), y que no fue más que la continuación y consolidación del
sistema neoliberal disfrazado de ovejita blanca, le hicieron el daño
más grande a la sociedad chilena, puesto que no solo se prestaron
para que las riquezas más esenciales se vendieran a consorcios
extranjeros, sino que empobrecieron doblemente a la población hasta
situarla en un segmento encarcelado en deudas”.
Sobre este tema hay que decir lo siguiente: ninguno de los que
ejerció el poder a partir de 1990 (presidentes) hasta la fecha, está
exento de culpabilidad en esta especie de hecatombe. Pero tampoco la
clase política en general, porque todo quien haya osado participar
en este circo está, sin duda, contaminado. En otras palabras, la
política y por consiguiente los políticos, se mantienen presos
dentro de la misma prisión donde ellos quisieron ingresar.
La cantidad de años en que la ciudadanía se ha mantenido soportando
mentiras de los opresores se extendió hasta 30, pero a estos hay que
agregar los 17 años de la bota militar. Es decir, la explotación
del sistema actual se ha alargado por 47 años, envejeciendo a varias
generaciones.
Cuando hablo que nosotros, los chilenos, a veces caemos en el olvido,
y somos, hay que decirlo sin ofensas, vulnerables a la mentira,
aquella que surge a diario por la TV y la radio vendidas al sistema,
con una repudiable, como dijimos anteriormente pléyade, pagada con
millonarios sueldos, me estoy refiriendo a que, y esto lo podrá
entender hasta un niño, la Constitución del 80 es un documento
fraudulento y, por consiguiente, ilegítimo, debido a que fue escrita
no solo entre cuatro paredes a espaldas de la gente, sino que,
además, fue aprobada en votación sin veedores. Esta misma
constitución es la que siguió (sigue) rigiendo en estos últimos 30
años. Y si esta es ilegítima, por cierto, todo el acontecer
político (léase Parlamento) también lo es. Entonces, frente a esta
premisa, no es difícil deducir que este plebiscito que
“supuestamente” servirá para cambiar la constitución,
obviamente sería, sin duda, ilegítimo.
De tal forma que, quienes en algún momento propugnaron (me refiero a
algunos parlamentarios) la tesis de deponer sus funciones e incluso
cerrar el Parlamento completo por no representar los intereses de la
población, estaban en lo correcto. Demasiado tarde, eso sí.
Y como el lobo siempre parece terminar comiéndose a su presa, tal
parece que estos planteamientos que surgieron entre los meses de
octubre y noviembre del año 2019, están quedando en el olvido.
Chile no está para una nueva Guerra entre dos bandos. Esa táctica
solo la han puesto en función, en distintas épocas, aquellos que
siempre se han creído dueños del país. No es incierto decir que
quienes han acumulado grandes fortunas buscan precisamente esto. De
ahí que desde La Moneda no mueven una ceja y lo único que hacen es
criminalizar las manifestaciones, desvirtuar, mentir, y no dar, en
absoluto, solución a las peticiones de la gente.
Frente a este panorama, queda un sinsabor no en el sentido de una
derrota más, sino en poder observar en pleno siglo veintiuno
tácticas que ya debieran estar obsoletas, y que sin embargo se
mantienen para vergüenza de la humanidad. Porque ver en las calles
apaleos y salvajismos atroces perpetrados por las llamadas fuerzas de
orden, simplemente, producen asco sin límites.
Por otra parte, la población, la masiva, hace mucho tiempo
estableció no querer nada con la clase política cómplice de esta
situación. Y sin embargo, seguimos viendo a los de siempre
aprovechar tribunas y redes sociales para ponerse de lado de los que
luchan con sudor de golpizas, pobreza, muertes, mutilaciones, y
encarcelamientos. Demasiado tarde.
No es mi ánimo hacer comparación con situaciones lejanas ni menos
levantar consignas de movimientos revolucionarios, pero no sé por
qué rara razón me vino a la cabeza el último Zar de la rusia
antigua, Nicolás II. Aquel hombre proveniente de la dinastía
Románov que gobernaba desde el siglo 17; aquel último Zar (1917)
que nunca escuchó lo que acontecía a su alrededor y vio cómo se
desplomaba su poder, paso a paso. Pero Piñera no es Románov, ni
Chile es la Rusia antigua. Y sin embargo, es bueno morder, de vez en
vez, un poco a la historia.
Escrito en 9 de marzo de 2020.-
Excelente análisis Carlos... Me atrevería a nombrar otro hecho histórico que fue la explosión de un pueblo sometido, empobrecido y sin futuro cierto, como fue Francia y su Revolución en el siglo XVIII.
ResponderEliminarRescato tu frase "en una encerrona malsana" No tengo dudas de que es así e incluido el plebiscito, cuyo resultado puede resultar una gran "sorpresa"
Gracias por tu envió.