martes, 17 de diciembre de 2013

Antonio Prieto y viva Iquique carajo

Escribe Carlos Amador Marchant

Curiosamente desde los tiempos en que aún no nacía, muchos personajes apretujados a mis caminos se reencuentran.
Más allá de ideologías políticas y cosas que tengan que ver con identificaciones sociales, me atrae la sensación del espíritu y caminos observados.
Desde Iquique me siguen cayendo esas especies de copos que no son más que tablas apolilladas o tal vez el mar, el inclemente que siempre salta alrededor mío.
El mar con su bravura he visto, con su docilidad en las playas, en películas antiquísimas, con gritos y todo.
Hace unas semanas mi hermana menor envió fotos de una especie de zoológico en Iquique, donde se podían apreciar cocodrilos. Quedé impresionado, porque hace un año estuve en mi ciudad natal sin poderme percatar de ese sitio.
Nuevamente vuelve esta tierra a penetrar en mi arquitectura. Me pregunto si el destino, y después de tanto hablar de ella, me ocasionará la decisión de volver a caminar definitivamente por sus calles, ya para mis días finales.
Porque Iquique es puerto dicen y gritan los coetáneos. Y siguen vociferando: ¡todas las demás son caletas, carajo. Vivan Arturo Godoy, Tani Loayza y Antonio Prieto!. ¿Hay más figuras?. Muchas, pero éstas son las emblemáticas, las que sirven para el grito de batalla.
Habrían de pasearse por el mundo estos personajes, patiperrear para dejar un nombre y junto a éste, todo el océano de esa tierra del desierto.
Raúl Matas en su inmortal “discomanía” fue el que dijo que Antonio Prieto cantaba y lo hacía bien. Desde ahí, su corretear por diversos países: Argentina, México, España, Italia. Más de mil canciones y treinta producciones cinematográficas donde se codeó con personajes como Brigitte Bardot y Clint Eastwood, por nombrar algunos. ¡Viva Antonio Prieto!, bramaba yo cuando tenía no más de catorce años. Y lo hacía saliendo del desaparecido Teatro Nacional, sofocado por las llamas en la década del setenta del siglo veinte.
Atrapado por el histrionismo de Prieto, más su postura de galán fachendoso (le decían el Dean Martin chileno), siempre mantuve el orgullo de sentirlo mi coterráneo. Creo haber visto “La novia” más de cuatro veces. Otras cuatro lloré cuando veía pasar a la recién casada, con su vestido blanco, mientras Prieto salía de su estudio de grabación y se hacía a la calle solitaria, dándole una patada a un tarro botado en la calle: “Blanca y radiante va la novia…”. Esto en la película, por cierto, filmada en blanco y negro (1961) en Argentina bajo la dirección de Ernesto Arancibia.
Pero Prieto nunca fue sólo esta producción. Muchos también lo recuerdan por la “Pérgola de las Flores” . No. Hubo treinta películas donde participó y fue dirigido nada menos por, entre otros, Sergio Leone, Roger Vadim y Carlos Saura.
Quienes tuvieron la ocasión de verlo en Valparaíso en la década del sesenta, lo recuerdan como hombre atlético, saltarín, dueño del escenario y bueno para la risa.
Los iquiqueños de la misma década (yo era niño aún), querendones con sus ídolos que habían nacido en esa tierra, quisieron tenerlo cerca. Sin embargo, Antonio Prieto siempre estuvo fuera del país. Sus compromisos incontables lo mantuvieron sin su patria, alejado de por vida. En el extranjero le hicieron alrededor de cuatro libros sobre trayectoria. En su patria, si bien estuvo varias veces en el festival de Viña del Mar, en su último homenaje recibió rechiflas. Así es Chile.
Prieto, en cambio, siempre tomó esto con humor. Bombardeó algo mejor que los desconocimientos: ¡amo a Chile, mierda!, gritó siempre.
El año 2002, establecido yo en Valparaíso, y al enterarme que Antonio Prieto radicaba en Viña del Mar, busqué fórmulas para ubicarlo. Conseguí su teléfono y lo llamé. Recuerdo haber hablado primero con su nana. A ella le expliqué mis intenciones de entrevistarlo y hacer una especie de mini biografía respecto a sus días actuales. Tenía setenta y cinco años y accedió a conversar. En media hora más yo debía viajar a Santiago de urgencia. Se alegró que apareciera alguien de Iquique que quisiera dialogar sobre música. Antes, su nana me había dicho: “es tan buen hombre, tan cariñoso, tan solidario”. Luego el artista se instala en el teléfono y reconozco su voz un tanto gastada por los años. Le explico mi proyecto, le digo que soy escritor, de Iquique, y se alegra por eso. Le expreso que me gustaría obsequiarle uno de mis libros y me ametralla: “ya no leo, hermano, no lo haga, se perderán, no lo haga”. Más tarde me diría cosas muy subidas de tonos respecto a las rechiflas del Festival de Viña. ¡No lo entiendo, estos cabros no conocen nada de mí, pero no importa, yo sigo amando a mi patria!.
No era necesario nada de esto, creo que Antonio Prieto es un hombre, un artista que voló más allá de las montañas que los chilenos ponemos como límites, y lo hizo con esfuerzo, con amor. Me atrevo a decir que estamos hablando de uno de los mejores intérpretes que ha tenido Chile y el habla hispana del siglo veinte. ¿ Gilbert Becaud? . Bueno, el estilo de Prieto siempre se asemejó al del artista galo. Tal vez la diferencia estuvo en la agresividad del francés, en ser también un eximio pianista. Pero ambos eran de la escuela de no sólo cantar, sino teatralizar lo que cantaban en el escenario, con gesticulaciones asombrosas, saltos, carreras alocadas.
El exitoso cantante pidió que me fuera de inmediato a Viña del Mar para dialogar: “¡Véngase al tiro, hombre, nos tomaremos un café cargado”. Sin embargo, le expliqué que lo había llamado porque me interesaba conversar con un ídolo al cual admiré de toda la vida, pero que esa tarde debía viajar de urgencia a la capital chilena. “Pues entonces me llamas de nuevo y nos ponemos de acuerdo para otro día”, fueron las últimas palabras de él que traté de grabar en los antiguos “cassettes” , arrimando la grabadora al teléfono. Creo que algo quedó de su voz, pero encontrarlo al paso del tiempo es difícil. No sé dónde habrá quedado ese mínimo documento.
Más adelante, traté de ubicarlo de nuevo y fue imposible. Meses después se le diagnosticó Alzheimer y los días para él fueron distintos.
Aunque el 2008 apareció en un programa de la Red, el 20007 había sido trasladado a Santiago porque perdió el habla. Desde ahí (por cierto, siempre) Antonio es cuidado con cariño. Ya no recuerda a sus cercanos. Tiene 85 años y lo único que hace es mirar hacia el horizonte de los años pasados tratando de reconstruir su existencia.
Veo a Antonio Prieto cantar en las islas del Caribe, varonil, emblemático, dueño del mundo. Me alegro al mismo tiempo que en los últimos años comienzan a subir a youtube más videos sobre su canto. ¿Chile sabe, sabe realmente, que tuvo a uno de los grandes representantes del bolero aclamado por el mundo?
“Reloj, no marques las horas”.
“Estoy contento porque vuelvo a mi tierra”, dijo él.
Estoy triste, digo yo, por no haber podido dialogar en vivo, con su arquitectura. Pero queda como testimonio que este coterráneo lo siguió y lo seguirá de por vida. ¡Viva Antonio Prieto, mierda!. ¡Porque Iquique es puerto y es posible que todo el resto sean caletas!...¡Huija!....jajajaja, como bien reía él en sus últimas presentaciones.


Nota actualizada: Antonio Prieto falleció el jueves 14 de julio de 2011 a los 85 años. Le rindo mi homenaje, de siempre. 

en 

COMENTARIOS:


León Danilo dijo...
Antonio Prieto fue de los grandes, y como muchos, más reconocido afuera que en Chile; aquí hay mucha envidia, somos chaqueteros, los casos sobran lamentablemente: Gabriela, María Luisa Bombal, Palmenia Pizarro,en fin. El tem da para un libro.
Te agradezco el haberme enviado esta información, un gusto recordar a los viejos de mi tiempo y más si fueron mis ídolos. Saludos
psicolopezg dijo...
...La novia Alzheimer se lo llevó a su altar de olvidos....
Vitalia Ardiles dijo...
Puchas se están muriendo todos ....Antonio pololeo con una amiga de mi padre.
Vitalia Ardiles
(Chile)

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"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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