martes, 12 de noviembre de 2019

EL DÍA DE MUERTOS DE 2019






Escribe Carlos Amador Marchant


En cada 1° de noviembre se puede hablar miles de cosas distintas. Es probable recordemos el pasado, o bien que, agarrando con fuerza el hilo de una cometa, hagamos retornar al asfalto a muchos seres que ya se fueron. Y aunque parece que todos los “Días de muertos” son iguales, siempre hay algo que los diferencia.
Por cierto, el primer día del penúltimo mes del año, es recordado por quienes habitan este planeta de acuerdo al sitio donde se han desarrollado. Esto queda claro. Lo que no queda muy claro, es la tortura a la que nos sometemos cada vez que alguien inicia el vuelo hacia lo desconocido.
Desde niño me chicoteé pensando en el gran viaje oscuro dentro del vientre materno hasta encontrarnos con esta luz a la que llamamos vida. Este chicotazo, sin duda, me trajo serias complicaciones en la época. Sin embargo, siempre dije que “el universo estaba centrado en el vientre de la mujer”. La rúbrica no la compartí con nadie hasta esta crónica. Si me quedo con dicha aseveración de aquel pasado, debo constatar que la llegada de la muerte es la antítesis de este proceso. Una nula o escasa enseñanza, unida al dolor físico como mental, nos ha hecho alejar del entendimiento real.
Las ciudades crecen a cada segundo y los cementerios también. En otras palabras, vida y muerte están unidas y se mueven como péndulos. El equilibrio es lo que sorprende.
El 1° de noviembre de 2019 me trajo, al mismo tiempo, recuerdos ineludibles. Veo escaleras, hombres gritando, flores dispersas por el asfalto. Veo a mis padres muy jóvenes confundiéndose entre la tracalada. Junto a estos espacios idos observo la antigüedad de nichos, sitios casi abandonados, donde la mayor parte de las familias ha muerto, donde no hay nadie que lleve flores. Y aquí me detengo: “¿Quién será el último en apagar la luz de la pieza, o no habrá nadie para aquello?”.
Esta fecha, sin duda, trajo otras cosas. A mi llegada al puerto de Valparaíso, por allá, hace veinticuatro años, quise hacer contacto con el universo. Me sentía alejado de él. Pero: ¿qué es sentirse alejado del universo?. Lo cierto es que me encaminé a cementerios de disidentes repletos de hombres y mujeres de nacionalidades disímiles, con mausoleos antiquísimos del siglo diecinueve, con la herrumbre en candados y, lo fundamental, aprisionados en ese silencio que viene siendo como el silencio de inicios de vida. La idea fue clamar, pedir, sobre todo pedir. Hablaba frente al nicho de un desconocido, cuya foto desgastada por el tiempo traía más niebla al espacio. Varios días estuve dialogando con difuntos álgidos. Nunca tuve respuestas. Ahí, por cierto, no había nada.
¿Entonces el “Día de muertos” es caminar por la nada o, la nada lo es todo?.
El 1° de noviembre de 2019, como dije anteriormente, me trajo escaleras, muchas escaleras, hombres vendiéndose por escaleras, muchos comerciantes de flores, hermosas flores botadas sobre asfaltos.
Pensé si ir al cementerio era encontrarme con el universo o simplemente encontrarme conmigo. Y seguí caminando a paso lento, más lento que un domingo. Y nunca supe qué hacía allí.

12 de noviembre de 2019.-

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"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

Carlos Amador Marchant.-

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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