sábado, 21 de diciembre de 2013

La diva Cecilia


Escribe Carlos Amador Marchant


Nada es increíble en esta tierra cuando nos acomodamos a las circunstancias. Es curioso, pero esta noche sin fecha sin comas ni puntos ni comillas ni paréntesis, me puse a pensar en CECILIA. ¿Quién es Cecilia para quienes son de países extranjeros?. Tal vez no respondan mucho, o miren de reojo sin lanzar sílabas.
Cecilia “La Incomparable”, como la denominaron en su época y como la siguen señalando sus seguidores que, en los últimos meses del 2009, incluyendo una cantidad impresionante de representantes de nuevas generaciones, ven con entusiasmo sus escasos videos que circulan por youtube.
Es que de la cantante Cecilia son pocos los muestrarios de juventud que nos quedan, al menos, para poder deleitarnos no solo de su voz sino de su belleza.
Si pregunto ¿por qué Cecilia no nació en los tiempos de la tecnología actual? es probable que reciba tomatazos e insultos. Es que cada cual nace en su época y es ese el espacio que le correspondió recrear, los románticos espacios del sesenta, con rostros distintos, con avenidas más limpias que las de ahora, con menos contaminaciones, en fin.
Cecilia me trae no solo el océano de Arica por la década del 70, sino más bien las primeras palabras de cielo limpio en el norte de Chile.
Estoy hablando de 1975, cuando me desplazaba por las avenidas de la lejana ciudad del norte.
Ella era Cecilia, la inmortal, la que quedará en las mentes de millones de chilenos..¿Y el mundo? ¿la reencontrará? Es que la voz de esta mujer no fue y no es una voz común, pertenecía más bien a tiempos aciagos, tal vez de esas almas que entran a este demonio de mundo por casualidad.
En 1975, cuando yo estudiaba en la ex Universidad de Chile (Arica) la Carrera de Pedagogía en Castellano, cuando todos y cada uno caminaba por las calles sin mirar hacia al lado. Cuando atemorizados por el fascismo ni siquiera nos dirigíamos la palabra, siempre pensábamos, en cambio, en lo que hicieron nuestros antecesores.
Por esos años Cecilia tenía una pequeña boite en la ciudad. Era la “Boite Cecilia”, ubicada en la esquina de la calle Silva Arriagada, casi topando la avenida 18 de Septiembre. En las tardes, como vivía cerca del local, me dirigía a la boite a mirar sus fotos, sus poses más tradicionales, su sonrisa. Era una mujer bella y menudita, a quien los dioses la trajeron al mundo y la depositaron en Tomé, en la octava región, para deleitarnos con su canto, desde 1943.
En los tiempos de la boite, Cecilia tenía tan solo 31 años, y se desplazaba en la radios, en la incipiente televisión de la ex Universidad del Norte. En sus entrevistas se le veía una mujer poseedora de una simpatía extraordinaria, que irradiaba vida y alegría en sus poros. En cambio, cada vez que fui a visitar el frontis de la boite, con la idea de encontrármela de frente, en esos arrebatos de juventud idealista y porfiada, nunca pude verla en persona.
Mucho antes, por 1964, en el lejano Iquique, apostado en el Mercado Municipal, desde cuyo lugar tenía una excelente vista hacia los pequeños restaurantes del frente donde los artistas almorzaban cuando llegaba la caravana del “Show 007”, lograba divisar la imagen de Cecilia siempre sonriente y bella.
Cecilia para mí era como el primer libro leído en la penumbra de Iquique. Era mi primera ilusión de niño, de ver a una mujer como esa, sonriéndome tempranamente. Era la primera ídolo que tenía Chile en el canto popular, desplazada más tarde solo por José Alfredo Fuentes. Su voz la imitaban centenares de muchachas en los concursos de voces que hacía cada año la legendaria e histórica “Radio Esperalda” del puerto. Las muchachas cantaban como ella, y traían al nublado Iquique esos versos de “cuantas horas y el teléfono apagado/y yo aquí pensando en ti./Me siento sola como una ola normal/de gente indiferente/a mi pena…”. O ese “Puré de papas” que muchas tarareaban comiéndose un pan con mantequilla.
Esta Cecilia Pantoja Levi, que hoy por hoy los jovencitos, sin haberla conocido en sus tiempos mozos, le hacen arreglos a sus canciones y hasta cambian sus ritmos a Tecnos, el 21 de octubre de este 2009 cumple 66 años de edad.
Cecilia no fue una mujer que se quedó sentada en Chile mientras afloraban nuevas generaciones, sino que estuvo en España e Italia compartiendo con otros famosos de la época como Brenda Lee, Paul Anka, Neil Sedaka, Rita Pavone , entre otros.
Cambió de un día para el otro su estilo de faldas, como bien dice el escritor Pedro Lemebel, en algunos recuerdos de épocas, por el de una imagen tipo Elvis Presley, ocasionando en aquel tiempo la sonroja de los chilenos (país de mierda este).
Y anduvo, en plena dictadura militar, cabizbaja de popularidad en sitios de escasa concurrencia y de poca monta. Pero siempre fue ella, la gallarda mujer venida de un pueblo campesino para entregarnos más de 4 long play que siguen disfrutando sus fanáticos.
Cecilia, esta Cecilia, la gran Cecilia, viene siendo una de las imágenes que Chile no podrá olvidar, porque curiosamente, aunque parecía desaparecer en medio de los 80 y 90, reaparece como las verdaderas divas venidas al mundo, es decir, sacada de lo subterráneo sin que nadie lo pidiera, sin que nadie lo predijera, sino sencillamente, por naturalidad artística.
Cecilia es mi primer libro leído en las nubladas mañanas de Iquique, pero es el libro que sigo leyendo y que guardo como tesoro. Ella no es la bella de antaño, pero se equivocaron quienes pensaron en enterrarla en vida, y ni ella imaginó que su canto quedaría eterno y que esos versos de “me siento sola como una ola normal/de gente indiferente/ a mi pena”, no es más que un contradicho, porque el tiempo dispuso que no es indiferente a nadie.

1 comentario:





Javier Morales dijo...
que libro estabas leyendo?
14 de octubre de 2012 22:09

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"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

Carlos Amador Marchant.-

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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