Escribe Carlos Amador Marchant
Nada
es increíble en esta tierra cuando nos acomodamos a las
circunstancias. Es curioso, pero esta noche sin fecha sin comas ni
puntos ni comillas ni paréntesis, me puse a pensar en CECILIA.
¿Quién es Cecilia para quienes son de países extranjeros?. Tal vez
no respondan mucho, o miren de reojo sin lanzar sílabas.
Cecilia
“La Incomparable”, como la denominaron en su época y como la
siguen señalando sus seguidores que, en los últimos meses del
2009, incluyendo una cantidad impresionante de representantes de
nuevas generaciones, ven con entusiasmo sus escasos videos que
circulan por youtube.
Es
que de la cantante Cecilia son pocos los muestrarios de juventud que
nos quedan, al menos, para poder deleitarnos no solo de su voz sino
de su belleza.
Si
pregunto ¿por qué Cecilia no nació en los tiempos de la
tecnología actual? es probable que reciba tomatazos e insultos. Es
que cada cual nace en su época y es ese el espacio que le
correspondió recrear, los románticos espacios del sesenta, con
rostros distintos, con avenidas más limpias que las de ahora, con
menos contaminaciones, en fin.
Cecilia
me trae no solo el océano de Arica por la década del 70, sino más
bien las primeras palabras de cielo limpio en el norte de Chile.
Estoy
hablando de 1975, cuando me desplazaba por las avenidas de la lejana
ciudad del norte.
Ella
era Cecilia, la inmortal, la que quedará en las mentes de millones
de chilenos..¿Y el mundo? ¿la reencontrará? Es que la voz de esta
mujer no fue y no es una voz común, pertenecía más bien a tiempos
aciagos, tal vez de esas almas que entran a este demonio de mundo
por casualidad.
En
1975, cuando yo estudiaba en la ex Universidad de Chile (Arica) la Carrera de
Pedagogía en Castellano, cuando todos y cada uno caminaba por las
calles sin mirar hacia al lado. Cuando atemorizados por el fascismo
ni siquiera nos dirigíamos la palabra, siempre pensábamos, en
cambio, en lo que hicieron nuestros antecesores.
Por
esos años Cecilia tenía una pequeña boite en la ciudad. Era la
“Boite Cecilia”, ubicada en la esquina de la calle Silva
Arriagada, casi topando la avenida 18 de Septiembre. En las tardes,
como vivía cerca del local, me dirigía a la boite a mirar sus
fotos, sus poses más tradicionales, su sonrisa. Era una mujer bella
y menudita, a quien los dioses la trajeron al mundo y la depositaron
en Tomé, en la octava región, para deleitarnos con su canto, desde
1943.
En
los tiempos de la boite, Cecilia tenía tan solo 31 años, y se
desplazaba en la radios, en la incipiente televisión de la ex
Universidad del Norte. En sus entrevistas se le veía una mujer
poseedora de una simpatía extraordinaria, que irradiaba vida y
alegría en sus poros. En cambio, cada vez que fui a visitar el
frontis de la boite, con la idea de encontrármela de frente, en
esos arrebatos de juventud idealista y porfiada, nunca pude verla en
persona.
Mucho
antes, por 1964, en el lejano Iquique, apostado en el Mercado
Municipal, desde cuyo lugar tenía una excelente vista hacia los
pequeños restaurantes del frente donde los artistas almorzaban
cuando llegaba la caravana del “Show 007”, lograba divisar la
imagen de Cecilia siempre sonriente y bella.
Cecilia
para mí era como el primer libro leído en la penumbra de Iquique.
Era mi primera ilusión de niño, de ver a una mujer como esa,
sonriéndome tempranamente. Era la primera ídolo que tenía Chile
en el canto popular, desplazada más tarde solo por José Alfredo
Fuentes. Su voz la imitaban centenares de muchachas en los concursos
de voces que hacía cada año la legendaria e histórica “Radio
Esperalda” del puerto. Las muchachas cantaban como ella, y traían
al nublado Iquique esos versos de “cuantas horas y el teléfono
apagado/y yo aquí pensando en ti./Me siento sola como una ola
normal/de gente indiferente/a mi pena…”. O ese “Puré de
papas” que muchas tarareaban comiéndose un pan con mantequilla.
Esta
Cecilia Pantoja Levi, que hoy por hoy los jovencitos, sin haberla
conocido en sus tiempos mozos, le hacen arreglos a sus canciones y
hasta cambian sus ritmos a Tecnos, el 21 de octubre de este 2009
cumple 66 años de edad.
Cecilia
no fue una mujer que se quedó sentada en Chile mientras afloraban
nuevas generaciones, sino que estuvo en España e Italia
compartiendo con otros famosos de la época como Brenda Lee, Paul
Anka, Neil Sedaka, Rita Pavone , entre otros.
Cambió
de un día para el otro su estilo de faldas, como bien dice el
escritor Pedro Lemebel, en algunos recuerdos de épocas, por el de
una imagen tipo Elvis Presley, ocasionando en aquel tiempo la
sonroja de los chilenos (país de mierda este).
Y
anduvo, en plena dictadura militar, cabizbaja de popularidad en
sitios de escasa concurrencia y de poca monta. Pero siempre fue
ella, la gallarda mujer venida de un pueblo campesino para
entregarnos más de 4 long play que siguen disfrutando sus
fanáticos.
Cecilia,
esta Cecilia, la gran Cecilia, viene siendo una de las imágenes que
Chile no podrá olvidar, porque curiosamente, aunque parecía
desaparecer en medio de los 80 y 90, reaparece como las verdaderas
divas venidas al mundo, es decir, sacada de lo subterráneo sin que
nadie lo pidiera, sin que nadie lo predijera, sino sencillamente,
por naturalidad artística.
Cecilia
es mi primer libro leído en las nubladas mañanas de Iquique, pero
es el libro que sigo leyendo y que guardo como tesoro. Ella no es la
bella de antaño, pero se equivocaron quienes pensaron en enterrarla
en vida, y ni ella imaginó que su canto quedaría eterno y que esos
versos de “me siento sola como una ola normal/de gente
indiferente/ a mi pena”, no es más que un contradicho, porque el
tiempo dispuso que no es indiferente a nadie.
1 comentario:
-
Javier Morales dijo... - que libro estabas leyendo?
- 14 de octubre de 2012 22:09