sábado, 3 de noviembre de 2018

CUANDO “UNA LUCA” NO VALE NADA





Escribe Carlos Amador Marchant

Comprarse una lechuga en el siglo 21 no es cosa fácil. Hace treinta años imaginábamos. Ahora lo vivimos. Ir a la feria, por cierto, para buscar lo barato, lo fresco, ese olor a campo recio y limpio, se transforma lisa y llanamente, en un terror.
Es decir, ya no se goza.
Pero cómo gozar si “una luca”, en Chile, no vale nada. ¿Qué es una luca?: 1.000 pesos. Con este billete, hasta hace tres años, se lograba comprar varias cosas relacionadas con víveres o verduras. Sin interesarme el tema de gobiernos de turno, hoy, en este instante (noviembre de 2018), con esa misma “luca”, con suerte alcanzamos a adquirir un kilo de tomates. Entonces la expresión es la misma de todos los tiempos: “los sueldos no suben, por Dios, pero los productos, sí”. Este argumento surge entre los que verdaderamente sufren, o sea, la gente de escasos recursos.
¿Hasta cuándo seguirán existiendo seres de escasos recursos en Chile?. La respuesta la tendrán que dar aquellos que, día a día, se la juegan, se la lustran, por mantener una economía despreciable.
Como Carlos Pezoa Véliz (1879-1908), flaco, hirsuto, mirando a la distancia, me he dedicado a caminar por largas avenidas, por ferias, por suburbios. Estos largos espacios el poeta los escanciaba con habilidad, con visión, sabiduría, sobre el papel. Y los metía también en un cofre, los dejaba descansar, para luego transformarlos en versos coloquiales; algo así como informativos terrenales, informes humanos y deshumanos. Estoy en las mismas, observando la barbarie, torturándome, pero no sé si es para transformarla en versos, o para guardarla en este cofre agrio que representa el mundo del siglo 21.
Sin embargo, pido no confundir esto con diatribas o discursos tendenciosos arrimados a banderas y colores. No. Aquí se trata solo de decir lo que se ve. Y, empíricamente, enfundando los pulmones con aire limpio, solo digo que con una “luca”, es decir, con mil pesos chilenos, no se hace nada.
Estamos hablando de devaluación. Esta desvalorización ligada estrechamente a la economía, al sistema, me trae, por cierto, otro tipo de imágenes que dan para reflexionar en profundo.
En muchas ocasiones he tocado el tema del libro y este asunto de las exageradas publicaciones diarias en el mundo. Hoy, cualquiera, publica. Y el planeta se inunda de textos malos, mediocres o buenos. Veo escritores, dramaturgos, poetas por mil. Y en cada casa pareciera que hay uno de ellos. El tema en cuestión está relacionado con esta desvalorización a la que aludo. Hasta hace unos treinta años, editar un texto no era de multitudes. O sea, se respetaba la exclusividad y el talento. Hoy, lo masivo, lo transforma todo en mediocridad. Ya no es tan relevante publicar un libro en formato papel. Todos lo hacen.
Algo similar está ocurriendo con los vehículos o carros. Ahora, quienes han entrado al sistema de créditos y a las facilidades de endeudamientos que otorga el mismo, comienzan a provocar una densidad vehicular espantosa. Y aquí no quiero decir que nadie tenga, en vida, la posibilidad de saborear un buen medio de transporte a la puerta de casa. Muy por el contrario. Me atrevo a decir que es, incluso, un derecho inalienable. Sin embargo, el tema en cuestión es la masividad y la pedregosa situación de potenciar los ismos en el tiempo. Hasta un gato tiene un auto. Y surge la pregunta del millón: ¿Cómo lo hacen?. La respuesta es clara: hay sobre endeudamiento per cápita.
El poeta Pezoa Véliz, muerto muy joven en los territorios del escarpado Chile, seguro estaría caminando por las ferias, calando sandías, oliendo frutas, pero ciñendo los ojos, con espanto.
Porque entre la nueva vida y las nuevas modas, entre libros y autos que transgreden la masividad permitida, lo concreto es que con “una luca”, ya no se pueden comprar grandes cosas, ya no nos podemos enorgullecer de aquel billete, que es, simplemente, sinónimo de pobreza absoluta, sinónimo de pobreza sin límites.

Escrito en 03 de noviembre de 2018


2 comentarios:

  1. Esta crónica se acomoda exactamente a la situación arqentina y cada vez que contamos volvemos a arrepentirnos. Así andamos los sudamericanos, con los bolsillos vacíos y las cosas buenas detrás de las vidrieras de los negocios. Es decir, que te acompaño en el sentimiento de desazón. Menos mal que nadie puede quitarnos a los poetas como tú. Cariños.

    MIRKA RUDEZ.
    (Argentina).-

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  2. 8 nov. 2018 a las 18:30

    Hola, Carlos…

    1) Hace unos días recibí la visita de dos cuentacuentos chilenas y me asombró cuando hablaban de "lucas", pues siempre creí –desde mi más tierna infancia– que el término era exclusivo de la Argentina, pues, según parece, antiguos billetes de 1000 pesos tenían la efigie del poeta Esteban de Luca. Ahora veo que también se usa en Chile con idéntico significado.

    2) Hará, por lo menos, cincuenta y cinco años, encontré y memoricé la poesía "Nada" de Pezoa Véliz. Y ahora tu mensaje la hizo "resucitar" en mi cabeza.

    Abrazo,

    Fernando Sorrentino
    (Argentina)

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"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

Carlos Amador Marchant.-

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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