sábado, 22 de septiembre de 2018

AL GALOPE DE PRIMAVERA





Escribe Carlos Amador Marchant

Todos sabemos que la vida es una repetición o, más bien, una posta. Si nos ponemos a pensar en este tema, es decir, en si la vida es bella o es mala, o es aburrida, sin duda, terminaríamos locos.
Cuando llega la primavera todo renace. Y esto, por cierto, es una repetición. En otras palabras, el escrito lo podría situar en el año sesenta o setenta, o tal vez en el ochenta, y el texto sería el mismo. Entonces, para diferenciarlo, expondré, a manera de timbre, de firma, que lo estoy ejecutando en el año dos mil dieciocho.
La muerte tiene rostro de sequedad. El desierto es muerte. Pero es una muerte con belleza. Por qué no decir que es una belleza puesta en pausa. Y al decir esto, quiero expresar, al mismo tiempo, que en la muerte hay hermosura, pero una hermosura hacia adentro.
Me pongo, me encuclillo, en el antejardín de la casa, y observo diversidad. Me sorprenden los brotes de la vegetación, por ejemplo. Es como si abriesen los ojos. Parecen golpear a la puerta, parecen despertar de un largo silencio. Me pregunto hacia dónde fueron en ese largo mutismo, dónde andaban, estuvieron en el jardín o se habrían marchado a otros sitios.
Esta imagen tiene que ver también con las casas abandonadas, aquéllas que se dejan invadir por el polvo, por la vejez, y que, de repente, vuelven a ser habitadas.
Y las lombrices, y las hormigas, los caracoles, se asolean detrás de las hojas. Pero la imagen primaveral, a la vez, está relacionada con esos llamados telefónicos ausentes, que luego retornan, súbito, para darnos sorpresas. Son voces nuevas, son voces que no conocemos.
Me pongo a pensar por qué escribo sobre esta estación. Me parece retomar un tema cursi. Sin embargo, escribir sobre cualquier asunto, no tiene nada de cursi, más bien se sitúa en el contexto de la repetición.
Estoy claro que poetas y escritores se quedaron y se quedan cortos al escribir sobre la primavera. Al parecer, no hay formas de describirla en su dimensión real. Junto a esto, podemos expresar que, la belleza intrínseca no puede ser descripta.
Pero sí podemos hablar del renacer, y en este contexto, expresaré mi conformidad con ciertas expresiones poéticas. El premio Nobel 1990, Octavio Paz (México 1914-1998), señala: “Todo reaparece en el mismo ojo/ Brilla el mundo/ Tú resplandeces al filo del agua y de la luz/ Eres la hermosa máscara del día”. Así también nuestra Gabriela Mistral (Chile 1889-1957), Premio Nobel de Literatura 1945, expresa: “ Doña Primavera/ de aliento fecundo,/ se ríe de todas/ las penas del mundo”.
Si me trajera todo el desierto de Chile y lo situara al lado de mi antejardín, encontraría la gran filosofía. Porque palpar la belleza de la vida y la belleza de la muerte, es como entrar a desarrollar un rompecabezas que, a la larga, no es tal.
Los brotes en la parra se agigantan de la noche al día. Los caracoles salen a pasearse. Y muchos pájaros observan desde el techo. Y en esta posta que representa la vida, aburrida o no, corta, larga o no, me sumerjo en la abreviatura de los suspiros, entre hospitales y ciudades.



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"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

Carlos Amador Marchant.-

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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