Escribe
Carlos Amador Marchant
Todos
sabemos que la vida es una repetición o, más bien, una posta. Si
nos ponemos a pensar en este tema, es decir, en si la vida es bella o
es mala, o es aburrida, sin duda, terminaríamos locos.
Cuando
llega la primavera todo renace. Y esto, por cierto, es una
repetición. En otras palabras, el escrito lo podría situar en el
año sesenta o setenta, o tal vez en el ochenta, y el texto sería el
mismo. Entonces, para diferenciarlo, expondré, a manera de timbre,
de firma, que lo estoy ejecutando en el año dos mil dieciocho.
La
muerte tiene rostro de sequedad. El desierto es muerte. Pero es una
muerte con belleza. Por qué no decir que es una belleza puesta en
pausa. Y al decir esto, quiero expresar, al mismo tiempo, que en la
muerte hay hermosura, pero una hermosura hacia adentro.
Me
pongo, me encuclillo, en el antejardín de la casa, y observo
diversidad. Me sorprenden los brotes de la vegetación, por ejemplo.
Es como si abriesen los ojos. Parecen golpear a la puerta, parecen
despertar de un largo silencio. Me pregunto hacia dónde fueron en
ese largo mutismo, dónde andaban, estuvieron en el jardín o se
habrían marchado a otros sitios.
Esta
imagen tiene que ver también con las casas abandonadas, aquéllas
que se dejan invadir por el polvo, por la vejez, y que, de repente,
vuelven a ser habitadas.
Y
las lombrices, y las hormigas, los caracoles, se asolean detrás de
las hojas. Pero la imagen primaveral, a la vez, está relacionada con
esos llamados telefónicos ausentes, que luego retornan, súbito,
para darnos sorpresas. Son voces nuevas, son voces que no conocemos.
Me
pongo a pensar por qué escribo sobre esta estación. Me parece
retomar un tema cursi. Sin embargo, escribir sobre cualquier asunto,
no tiene nada de cursi, más bien se sitúa en el contexto de la
repetición.
Estoy
claro que poetas y escritores se quedaron y se quedan cortos al
escribir sobre la primavera. Al parecer, no hay formas de describirla
en su dimensión real. Junto a esto, podemos expresar que, la belleza
intrínseca no puede ser descripta.
Pero
sí podemos hablar del renacer, y en este contexto, expresaré mi
conformidad con ciertas expresiones poéticas. El premio Nobel 1990,
Octavio Paz (México 1914-1998), señala: “Todo reaparece en el
mismo ojo/ Brilla el mundo/ Tú resplandeces al filo del agua y de la
luz/ Eres la hermosa máscara del día”. Así también nuestra
Gabriela Mistral (Chile 1889-1957), Premio Nobel de Literatura 1945,
expresa: “ Doña Primavera/ de aliento fecundo,/ se ríe de todas/
las penas del mundo”.
Si
me trajera todo el desierto de Chile y lo situara al lado de mi
antejardín, encontraría la gran filosofía. Porque palpar la
belleza de la vida y la belleza de la muerte, es como entrar a
desarrollar un rompecabezas que, a la larga, no es tal.
Los
brotes en la parra se agigantan de la noche al día. Los caracoles
salen a pasearse. Y muchos pájaros observan desde el techo. Y en
esta posta que representa la vida, aburrida o no, corta, larga o no,
me sumerjo en la abreviatura de los suspiros, entre hospitales y
ciudades.
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