viernes, 1 de mayo de 2020

LA LEJANA MUERTE DE ANDRÉS SABELLA








Escribe Carlos Amador Marchant

Los años pasan y son, a veces, verdaderos terremotos. Tan rápido es el impacto que, al igual que cuando se derrumban casas, torres, en el transcurso de décadas caen paradigmas, nombres, avenidas, formas de caminar, de vestir.
En el norte de Chile, en la década del setenta del siglo veinte, la imagen y voz de Andrés Sabella, como referente poético, del conocimiento de la palabra, era la efigie y el sabor de lo más granado. Todos querían (quisieron) conocerlo en persona, en vocablo, palparlo. Todos desearon tener una sílaba, una mínima sílaba del maestro, que significara elogio a un libro, a una crónica. No faltarán, imagino, quienes guardan cual tesoro, en sus archivos personales, aquellos álbumes de recortes varios.
La imagen del poeta, tras veintiún años en la capital, estudiando Derecho, haciendo bohemia con un sin fin de escritores, era interesante. Podríamos decir una enciclopedia viva. Regresó a su tierra natal (Antofagasta) y la hizo suya hasta instalar el consabido “cuartel general” de todo su accionar literario.
Una de las grandes derrotas humanas es ver desaparecer a quien consideramos intocable, imperturbable y, por consiguiente, inmortal en cuanto a carne, en cuanto a huesos. La fragilidad de la existencia nos da esta lectura. Sabella, el poeta del norte, el aclamado, muere, en cambio, en el baño del hotel Eben Ezer, en Iquique. Era el año 1989. El fulminante ataque cardíaco no le permitió continuar con su ciclo de charlas en el histórico puerto. Tenía solo 76 años.
El poeta chileno (1912-89) había comenzado a escribir a muy temprana edad.
Lo vi por última vez en 1983. Antes ya nos habíamos contactado en 1979, ocasión de diálogos en su casa de Uribe 666, sitio donde llegaban sus más cercanos. No era uno de sus asiduos, pero mi visita obedeció a gentil invitación para dialogar sobre poesía del norte y sus caminos en medio de esos escarpados sitios. Yo tenía 24 años.
En varias ocasiones me hice presente en conferencias del poeta nortino. En la ex Universidad de Chile de Arica, por ejemplo, con Aula Magna repleta de estudiantes sentados en el suelo, con libros y chaquetas enarboladas. Sabella, exponía sin papeles ni nada en una mesa dispuesta en el escenario, sin diapositivas ni películas como en los nuevos tiempos. Sabella, hablaba de la historia de Chile. Y hablaba dos horas con la voz grave y poderosa; y mantenía a un público en silencio, y gritaba a todos los vientos que la historia mentía, que muchos libros mentían, que había que ubicar minuciosamente la verdad en los textos, la verdad de lo acontecido en la patria. Eran momentos oscuros en el país, y los aplausos saltaban al aire como mínimos granos clandestinos.
Muchas veces la autenticidad en los hombres se denota por la humildad de vida. Sabella, si bien apareció en muchos medios de comunicación en el período más negro de nuestra historia republicana, jamás los militares le otorgaron el Premio Nacional de Literatura y, además, habiendo sido fundador de la Carrera de Periodismo en la Universidad Católica del Norte de Antofagasta, en 1967, la misma Casa de Estudios Superiores, en la década del 80 lo exonera luego de haberle otorgado el reconocimiento de Doctor Honoris Causa. Algo patético.
Adscrito a la generación del 38, compartiendo la misma mesa con los escritores Francisco Coloane, Gonzalo Drago, Volodia Teitelboim, Teófilo Cid, entre otros, surgen ellos bajo pilares determinantes, cuando en el mundo acontecían hechos que dejarían marcas profundas: el surgimiento en Chile del Frente Popular, el tenebroso estallido de la Guerra Civil en España (1936) y, por cierto, tres años después, la sangrienta Segunda Guerra Mundial, en 1939.
Ayudante de la Cátedra de Derecho del Trabajo por más de nueve años, Andrés Sabella no culmina su carrera y se entrega de lleno a la literatura. En la capital de Chile se mantiene 21 años y figuran entre sus íntimos tertulianos Pablo Neruda, Oreste Plath, Diego Muñoz, Alberto Rojas Jiménez y “el cadáver” Alberto Valdivia.
Al poeta me lo encuentro otra vez a comienzos de 1983. Al culminar una charla en la Universidad de Tarapacá, varios estudiantes le comentan que yo trabajaba en la biblioteca en esa casa de estudios. Los jóvenes, a petición de él, van a buscarme y se produce un encuentro grupal que culmina en abrazo prolongado. Horas después nos conducen a un sitio de bohemia junto a varios escritores jóvenes de Arica. Sabella se ofusca al ver que todos quieren sacarle autógrafos y lo asfixian. Lanza un fuerte garabato para que lo dejen tranquilo. La experiencia había sido aniquiladora. Va al baño y a su regreso me hace sentar junto a él. En el mismo sitio le piden hacer un dibujo en la pared y accede. El impresionante dibujo de Sabella se pierde con el tiempo. Dicho local se va a la quiebra transformándose en un prostíbulo de mala muerte. El poeta se ve nervioso y preocupado. Me narra hechos desagradables donde involucra a uno de sus cercanos en Antofagasta. Habla de robo de documentos y libros valiosos de su propiedad. Estaba muy enojado. Sabella, perentorio habla sobre mi futuro y no tiene seguridad si pasaré muros, alambrepúas. Me pide paciencia y mucho cuidado con envidias, mucho cuidado con depredadores del arte. Fue la última vez que lo vi con vida.
Me transformé luego en un constante peregrino. En las altas montañas al interior de Puerto Montt, me entero de su fallecimiento.
Andrés Sabella, había publicado más de una treintena de libros entre poesía, ensayos, novelas y cuentos. Fue el poeta que siempre quise conocer en mi etapa de adolescente. Lo postularon varias veces al Premio Nacional de Literatura y nunca se lo dieron. De haber llegado a traspasar la década de los 90 es probable lo hubiese logrado. Pero su corazón no le dio esa oportunidad. Lo encontraron muerto en el baño del hotel el 28 de agosto de 1989. Yo me hallaba en el fin del mundo, en el fin del mundo, y en medio de un silencio radical.
Cuando viajo el año 2003 a Antofagasta por invitación del desaparecido Eduardo “Pelao” Díaz, habían pasado 14 años desde la muerte del vate. La ciudad, el desierto, no los veo igual. Todo encuentro más desolado. Me percato, eso sí, que hay calles, avenidas, escuelas, instituciones, con su nombre. En ese puerto expongo junto a otro poeta creaciones personales. Más tarde me conducen a la Casa de la Cultura, en la calle Latorre. Dicen que allí hay un museo donde se conservan algunas pertenencias de Sabella. Veo su cama diminuta y otros objetos del poeta. Me parece todo demasiado humilde. Es probable que el sitio donde se exponen esas reliquias no sea el adecuado. Concordando en que dicha humildad no tiene nada de reprochable, me atrevo a decir que Sabella es más que ese espacio. Y aunque nadie me obligó a regresar a Antofagasta, de alguna manera lo seguiré haciendo mientras me encuentre vivo, porque allí no solo se estamparon los inicios literarios, sino que Sabella me enseñó a seguir escribiendo hasta que la vela, simplemente, deje de alumbrar.

1 de mayo de 2020






1 comentario:

  1. Muy interesante además porque tengo algunos escritos , cartas e postales de Andres Sabella para el Sonetista Homero Arce . Muchas gracias e excelente cronica.
    Alejandra Arce.

    ResponderEliminar

Entrega tu comentario con objetividad y respeto.

WIKIPEDIA

Resultados de la búsqueda

MI FRASE

"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

Carlos Amador Marchant.-

VISITA LA PINTURA DE LUISA AYALA (blog en proceso)

VISITA LA PINTURA DE LUISA AYALA (blog en proceso)
LA PINTURA DE LUISA AYALA

VISITA LA REVISTA EXTRAMUROS N°2

TRADUCE ESTE BLOG A TU IDIOMA

LO QUE MÁS LEEN MIS SEGUIDORES MINUTO A MINUTO

EL TIEMPO EN VALPARAÍSO

El antiguo muelle de Iquique-Chile.

El antiguo muelle de Iquique-Chile.
Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

CONTACTARSE CON EL AUTOR

carlosamadormarchant@gmail.com