Escribe
Carlos Amador Marchant
Un
buen libro de poemas, ojalá, no debería pasar de los veinte
trabajos. Hoy esto no se cumple. Oliver Welden dialogaba sobre este
tema en 1973, en la desértica ciudad de Arica, en Chile. Dicho y
hecho. Acá aparece el nuevo texto del poeta chileno exiliado desde
el año 1975, primero en Estados Unidos, luego Suecia, ahora España.
Se llama “Los Poemas de Suecia” y son, precisamente, veinte
trabajos que fueron traducidos por el propio autor junto a Daniel
J. Nappo, Editorial Betania, en España. 2014.
Siempre
he dicho que los verdaderos poetas están frente a ti y traspasan
paredes. Y no requieren de mil versos para plasmar lo que el ser
humano común no ve en calles, mientras es tragado por el tráfago.
Puede ser, incluso, un solo poema. Oliver Welden así lo entendió
desde siempre, dando a cada palabra un significado, escenificando
desde sus ojos y trayendo hacia nosotros los fantasmas que percibe.
¿Es el mismo de Anhista ó Perro del amor, libros que lo dieron
conocer en Chile en la década del 70 ?. Sí, está intacto en lo
profundo, más allá de los treinta años de silencio. Las
diferencias la hacen los golpes (Vallejo) y los viajes que lo han
hecho tocar otras culturas.
La
obra se inicia con el poema “Otros mundos”, donde interpone las
consecuencias (reales) de lo que produjo en miles de seres la
dictadura militar chilena, y que bien el autor dio a conocer (como
piedra que tenía en el zapato) en su anterior libro “Oscura
palabra” (2010, Lom). Pero ahora habla de Suecia, de Europa,
investido en un ser pleno de luces internas: “Me transformé en
eterno extranjero, pasajero sin punto de origen ni arribo. Mi nombre
ilegible y desvanecido en un pasaporte ajado”.
Desde
acá hacia delante, el autor nos transporta rumbo al primer país que
lo cobija luego de tantos años viviendo (perviviendo) en U.S.A. Sin
embargo, hay que ir degustando a pausas cada palabra (de este poeta)
que, por lo general, recrea. “En vuelo sobre el Atlántico”, se
ve a Welden histriónico, coger su maleta y preguntarse: ¿Qué
hago acá? ¿Muchos años tras salir de Chile, pero qué sigo
haciendo acá?: “Me voy. Me largo. Dije hasta luego. Adiós. Total.
Lo que sea. Yo en este avión en vuelo hacia Suecia. Lo que dejo
atrás es mi hijo. Él permanece en el territorio de sus raíces:
USA. Su país nunca fue mi tierra (sus palabras). Me marcho volando.
A Suecia, en vuelo sobre el Atlántico.”
Y
luego vienen los extraños colores del cielo sueco, las amanecidas,
esas nubes que pasan rápidas como aviones. Y la nieve que cae sobre
techos que compara con cabellos de su amada en la ciudad:
“Me
era desconocida la ciudad sin ti, Malmö sin ti,
la
misma antigua ciudad a la que llegué por primera vez
/un
invierno, ahora en primavera, sin ti.
Te
extraño, kära, con la nostalgia esa que atora.
Vagué
por la ciudad: Lugnagatan, Davidshallsgatan,
la
plaza Gustav Adolf, el cementerio de Sankt Pauli
y
la tumba de tu padre, Nobelvägen y tu departamento,
/sin
ti…”.
Me sitúo
en los pasos de Welden y soslayo los espacios, los sonidos. Este es
un libro que imprime imagen de ciudad, país, rincones, la historia
potente y su pasado; pero al mismo tiempo está el poeta enredado en
los años y que lo transforman en una especie de apátrida, como
triste realidad de quienes fueron marcados por la tiranía. Veo al
poeta caminar entre el polvo, la nieve y la historia sueca. Entra a
cementerios antiquísimos, mira ojos de muertos, sus nombres, sus
años, sus lápidas. Entremedio la nieve, el hielo, las nubes que
nuevamente pasan rápidas. Y entonces: “me llamaban en distintos
idiomas/y en todos mi nombre se escuchaba similar,/ Velden, Huelden,
Güelden, Wendel…..He muerto varias veces en varias ciudades…(del
poema “Ciudades”). Los últimos versos golpean fuerte. ¿Cuántas
veces se muere? .
Asombra
también “El obelisco del Castillo de Torup en Escania”, con
historias de muertes en su laguna y la lectura del heredero, Axel
Stjernblad, al filo de la medianoche del 31 de diciembre de 1800, de
la leyenda cincelada sobre la piedra, la misma que el poeta visita en
2006, graficando como “lóbrego silencio ominoso entre las mansas
hayas”.
No
están ausentes las historias de navíos en naufragios, como el que
sucumbió el mismo día de su inauguración en la bahía de
Estocolmo, en 1628, y vuelto a la luz en 1961, casi intacto, como
prueba de su construcción donde: “Se talaron 1000 robles nada más
que para su casco.
Durante
3 años cantaron su estructura 300 carpinteros,
tronzadores,
herreros, cordeleros, vidrieros, veleros,
pintores,
ensambladores, talladores, escultores, doradores
y
todo sueco de oficio habilidoso,
para
erigir mástiles de 50 metros,
colgar
10 velas de 1275 metros de superficie
y
emplazar 64 cañones
en
69 metros de eslora y 12 de manga
para
una tripulación de 145 marineros
y
un pasaje de 300 soldados”.
(de
“Hipotiposis del navío de guerra Vasa”)
Son
poemas de Suecia, pero están impregnados de esa nostalgia que le
sabe imprimir Oliver Welden. Es la belleza de la nostalgia. Es el
tiempo que pasa como nube y se encarama sobre nuestros hombros.
Queríamos ver la poesía de este autor más allá de “Oscura
palabra”, al poeta redivivo que nos levanta su brazo ahora desde
España, a este Welden que un día se rebeló contra el silencio y
dejó USA para establecerse en el viejo mundo.
Más
allá de sus constantes viajes, de observar a diario gente distinta
tras dejar Chile hace 39 años, en esta poesía siempre aparece una
parte de su territorio, siempre están en él las ciudades de esta su
larga y angosta faja de tierra.
Me
sorprendió hace unos días de diciembre (2014) para darme esta buena
nueva de “Los poemas de Suecia”, y yo salí a buscarlo con
el mismo deseo de siempre, con el deseo de leerlo otra vez como en
los viejos tiempos del desierto chileno.
Oliver
Welden me llama por teléfono desde España. No escuchaba su voz
desde hacía mucho tiempo. Hay ocasiones que se pierde este hombre,
pero entre conversación y diálogos aparecen estos versos
anunciados. Es Suecia y parece que el frío de ese país, las nubes
de ese país, se me asomaran por ventanas. Lo escucho muy atento, con
ese sonsonete grave que recuerda algunas radioemisoras del norte
chileno y, curiosamente, a manera de broma, esboza, como
coincidencia, la voz de ese tiempo:: “Transmite Radio Arica….”.
Es el mismo timbre, fantástico.
“Los
poemas de Suecia” se instalan en el mundo, lo sabemos. Muy pronto
se reencontrarán con ojos de distintos países. Lo celebramos.
En Valparaíso, 7 de diciembre de 2014.
Muy buena nota Carlos Amador Marchant, excelente análisis y comentario sobre el libro. Mis saludos y felicitaciones y deseos de muchos éxitos con su libro de poemas al poeta Oliver Welder. Un gran abrazo desde Malmö, Suecia
ResponderEliminarInsertos: Iré incluyendo algunos comentarios o saludos que llegan a través del imail (personal):
ResponderEliminarMuchas gracias por tan interesante artículo. Un abrazo.
MARÍA IMPERIO.- (10 de enero de 2015)
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Excelente trabajo el tuyo amigo Carlos Marchant... no puedo estar más de acuerdo con lo planteado respecto de que no es necesario una ametralladora de versos para decir lo que necesitamos leer.
Un feliz y productivo 2015
Atte.
ARIEL FIGUEROA ORTEGA (10 de enero de 2015)