lunes, 23 de diciembre de 2013

Los poetas en Dictadura

Escribe Carlos Amador Marchant



Acuciosidad es la palabra para definir el trabajo que hace cinco años nos mostró el poeta nortino Mayo Muñoz, con el nombre de “Poetas en dictadura”.
Alrededor de 70 autores que estuvieron ahí, en los momentos difíciles que nos interponía la bota militar, son los que recopila Muñoz no al dedillo, sino en el fragor de los años y la vida misma y el valioso accionar de guardar cosas en medio del tiempo.
Han pasado muchos años sin hablar de esta publicación y lo hacemos ahora rescatando la perseverancia del autor, quien al mismo tiempo se ha destacado por el esfuerzo de hacer las ediciones con sus propias manos, de lanzar mil ejemplares, en tomos que tienen más de cuatrocientas páginas. Y es que Mayo Muñoz siempre se destacó por esto, por planificar sin importar los años venideros, sino llevando siempre en su mente hacer cosas y cumplirlas contra vientos y maremotos.
Entre tantas y tantas anécdotas que me tocó vivir con este poeta de Illapel, hay una que rescato porque está relacionada con esto de “contra vientos y maremotos”. En su lejana casa de Arica, en esa vivienda humilde a los pies del valle de Azapa, el otrora José Muñoz Olivares (hoy Mayo Muñoz, en honor al mes de los trabajadores del mundo), tenía una pieza atestada de botellas de vidrios. Cada vez que pasaba a visitarlo veía más botellas. Un día llegué y me di cuenta que al paso de los meses estas llegaban hasta el techo del lugar. Mi curiosidad no se dejó esperar y le consulté para qué las compraba. Me respondió que el 1 de noviembre haría el negocio del siglo, cortaría cada botella y las vendería a las puertas del cementerio como vajillas para depositar flores. Era, por cierto, una idea atractiva para los años.
Ese día de los muertos o de todos los santos, el poeta llegó con su cargamento de vasos de vidrios y se instaló a la mala en medio de los puesteros del lugar, pero con tan mala suerte, con tan pésima suerte, que otros tres comerciantes habían imitado la idea.
Desprovisto de perspectivas para lograr su ansiado negocio del siglo, miró para todos lados y a una hora en que ya sabía no caerían monedas a sus bolsillos, conversó con un comerciante establecido en el lugar y remató su cargamento de vasos. De esa forma logró recuperar rápidamente, por lo menos, algo de lo que había gastado en las compras de botellas. Mayo siempre fue así, en la derrota o en el triunfo, un hombre ágil de ideas y de físico.
“Poetas en dictadura” es precisamente lo narrado, un texto planificado por muchos años y que vio la luz en el 2004 para, incluso, informarnos de paraderos, de muertes, de gente en el norte de Chile que no hemos visto de mucho tiempo.
La publicación tiene el mérito de rescatar del olvido a 70 almas que estuvieron y vivieron en los momentos álgidos del proceso dictatorial. Tiene la validez, por otra parte, de no olvidarse de nadie, de haber mantenido en el cofre todos los datos y antecedentes de cada autor, a diferencia de muchos (me incluyo) que hemos ido perdiendo libros y archivos en cada lugar del territorio una vez que nos cambiamos de domicilio. Por este texto me enteré, por nombrar a algunos, que el doctor Jaime Barros-Pérez Cotapos, ex senador de la república por la región de Valparaíso, impenitente orador y cronista de diarios con pluma ágil y descubierta, y con quien dialogué en muchas ocasiones sobre el destino de nuestro país, también escribía poesía.
Barros-Pérez Cotapos falleció en Arica en el 2004. Se le negó trabajar en el Hospital Dr. Juan Noé incluso ad honorem. Sin embargo, y menos mal, en 1998 se le declara Hijo Ilustre de esa ciudad.
Este es un libro que nos trae el recuerdo de muchas personas queridas y otras no tanto. Pero no excluye a diferencia de otras publicaciones que son hechas con el dedo de la amistad.
Mayo Muñoz en “Poetas en dictadura” no se preocupa de seleccionar poesía buena o mala, le interesa más bien el contingente de personas que crearon en aquellos momentos difíciles, que estuvieron en las peñas, en las lejanas peñas, conversando y acompañándose en esa soledad y cielo gris. Me atrevo a decir que es este poeta quien mantiene en su poder el mayor archivo de fotos y textos de aquellos años, donde no se escapa ni una gota del acontecer ariqueño.
Al recorrer las páginas de esta compilación voy retrocediendo en el tiempo y veo las calles de esa ciudad como si fuera hoy.
“Poetas en dictadura” representa al mismo tiempo la personalidad de este poeta, un hombre al que siempre le interesó la amistad, el ser humano en su vida cuotidiana, las personas en su mundo no importan las que sean.
Implacable recitador, Muñoz se destacaba en las peñas por la forma de dar a conocer sus versos. Lo hacía con gallardía, con voz socarrona y al mismo tiempo llena de sentimientos, sintiendo cada paso por la tierra, cada sonido de la vida.
Cuando se editó este libro que hoy tengo en mis manos nuevamente, Mayo Muñoz apareció sorpresivamente (2004) por Valparaíso. Con su típica personalidad de buscador empedernido, actual profesor de educación básica en la Escuela de Alto Hospicio, en Iquique, no sé cómo dio con mi paradero.
Al verlo fue como ver de nuevo la tierra del desierto, el valle de Azapa y Lluta, los montes y los caballos por donde anduvo Pedro de Valdivia, fundando pueblos desde Tacana hasta Cosayapu. Se alojó en mi casa y luego viajó al sur. Volvió y se encontró de nuevo conmigo en la Feria del Libro de Viña del Mar. Bebimos varios vinos para recordar lo vivido. Yo era, por aquel entonces, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile Versión Valparaíso.
Es por esto que al paso de los años volví a tomar este libro de más de cuatrocientas páginas. Texto que estaba escondido en un rincón de mi nueva biblioteca y que me reclamaba. Y ahora al tocarlo veo la imprenta de Mayo Muñoz, esa imprenta artesanal, esas manos religiosamente en función de la poesía, y en donde una dedicatoria me dice, tras no habernos visto por más de 10 años: “A Carlos Amador Marchant, desaparecido en acción”.

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"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

Carlos Amador Marchant.-

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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