Escribe Carlos
Amador Marchant
Pasaron muchos años para poder entender que, a la larga, lo
que hacemos los humanos es actuar en sentido contrario a todo buen deseo.
Es curioso, pero se retuerce y salta de nuevo un cuento
antiquísimo dentro de la literatura chilena. Se retuerce, digo, porque parece
que está presente en el acontecer diario: en acciones laborales, de familia, en
política, en poderes y suburbios, en fin.
Me refiero a ese breve escrito del desaparecido Guillermo
Blanco, Premio Nacional de Periodismo de Chile en 1999, cuando cumplía sus
setenta y tres años: “Adiós a Ruibarbo”. ¿Pero qué tiene este trabajo
costumbrista, diminuto y hasta sutil?. Mucho, sobre todo, para el tema que me interesa abordar.
Blanco, no es sólo este cuento, sino autor de varias obras
destacadas, además de periodista, hombre de infraestructura comunicacional,
académico y político.
Ruibarbo, para quienes no han leído este cuento que se hizo
a la luz en la década del 70 del siglo 20 (aunque se había premiado mucho antes),
es un caballo, un caballo ya viejo, con su historia y sus músculos atrofiados
por una cantidad impresionante de años sirviéndole al hombre. .Una especie de
esclavitud eterna. ¿Y cuál es el premio a esa esclavitud?: el matadero. El
fatídico y cruel matadero, donde el demonio se viste de cuchillo, de colmillos
siniestros y donde el aire limpio de vida, se esconde.
Cuatro caballos: Ruibarbo, Pintado, Canela y Penacho, y el
niño que los observa, que los sigue, que ve lo que acontece, que siente lo que aquellos
animales no ven: la crueldad del hombre.
El cuento es eso, el tema de la muerte que se anuncia para
el caballo predilecto del muchacho: Ruibarbo. ¿Pero es simplemente eso?, como
si no guardara..¡maldición¡.. toda la esencia y el comportamiento de quienes
habitamos este planeta.
Es verdad. El protector de aquellos cuatro caballos al darse
cuenta que al más viejo le quedan escasas horas de vida, comienza a idear una
serie de planes que logren salvarlo. Y así es como lo lleva por diversos
caminos hasta alejarlo de las caballerizas, lugar desde donde lo conducirían
ese día a la muerte. Y una vez que ya estaba lejos, el muchacho procede a
soltarlo para que se haga a la libertad de las praderas, para no ser hallado
más que por la mano final del destino, y no de ese destino del cuchillo y el
machete. Sin embargo, una vez que es liberado, Ruibarbo toma de nuevo rumbo a
las caballerizas, es decir, regresa al mismo sitio donde lo habían sentenciado;
o sea, guiándose por un instinto, pero no de preservación. Este es el final del
cuento.
Me resulta curioso, pero esta breve obra la leí en 1976 y la
sigo relacionando con el acontecer de quienes habitamos este planeta. Me produce la misma sensación de antaño, la
impotencia de ser llevado por una corriente contraria a nuestras propias
decisiones. Por largo tiempo me pregunté, llevando a este Ruibarbo en la cabeza:
¿quiénes y hacia dónde íbamos?. Nunca pude esgrimir una respuesta satisfactoria.
Hoy en día comencé a pensar en la historia de mi país, en
esa historia cruel de repeticiones, de muertes, de guerras internas y externas,
de masacres, de persecuciones, de usurpaciones, donde vemos a poderosos que han
hecho y deshecho con los humildes y, más tarde, este mismo individuo se postula
como candidato a parlamentario y la misma gente que sufrió termina votando por
él. Es decir, acá se hace presente el Ruibarbo.
En Chile el que profundiza, piensa y reclama, es comunista.
Y el que no lo hace, es derechista. Pero por sobre todo se acrecienta el tema
de incertidumbres. En repetidas ocasiones, en otras crónicas, en Facebook, para
reflexionar o hacer reflexionar, he expuesto frases y pensamientos de Pablo De
Rokha (publicadas en la década del 30 del siglo 20), el poeta chileno que
gritaba en las calles y al final, ya anciano, terminó suicidándose. Y estas
palabras parece que no hacen mucho eco, parece que entran y salen. Da la
impresión que nadie escucha. Aparece a cada rato Ruibarbo.
Las repetiré de
nuevo: ¿Cómo gobiernan, por qué gobiernan,
quiénes les dan tal poder que luego usufructúan?: “El gobernante me
parece ¿siempre? Un resultado irremediable y apaleable. ¿Quién le dio el
gobierno?. El pueblo. ¿El pueblo?. Y ¿cómo puede el pueblo dar, otorgar lo que
no tiene?. Así se generan los estados republicanos: por el palo blanco y el
Judas que vende la AUTORIDAD , que no posee; así se generan los estados republicanos. De
la suma abstracta de los ciudadanos sin poder, emana el poder, todo el poder,
de la suma abstracta de nada con nada emana el poder, el poder, todo el poder…(Pablo
De Rokha)”. En realidad la cita es cierta, es como cuando nos sentamos a pensar
en tantas estupideces que hacemos mientras nos encontramos vivos. Esto
atañe, golpea, es el tema de las
actuaciones contrarias a nuestros propios deseos.
Los caballos son
animales hermosos. Cada vez que tengo alguno a mi lado, lo miro, le observo sus
ojos, y paso mi mano por su hocico en señal de cariño. Los seres humanos
también son hermosos. Caminan por avenidas y se ven como en una ardiente obra
pictórica.
A Guillermo Blanco
agradezco haber dejado entre tantas otras obras, este “Adiós a Ruibarbo”,
título similar a muchos adioses, sólo que éste tuvo el sabor de la estupidez,
de la grandísima estupidez.
Como dije al
comienzo de este texto, el cuento fue leído hace mucho tiempo, pero fue
guardado y actualizado por la vida diaria, las repeticiones en los caminos, las
herejías en las campañas electorales, y la gente que sale y camina como
sonámbula, llevando a su Ruibarbo en las manos.
Este caballo ha sido
querido por el que escribe. Pero también al paso de muchos años le ha gritado
en sueños, en pesadillas, con voz poderosa, con megáfonos: “¡Salta, enfrenta,
protégete del asesino, pero no vuelvas a sus manos, porque allí te esperará la
tortura, el sable, el cuchillo, tu yo mutilado¡¡”.
_DIOS TE BENDIGA.....
ResponderEliminarGracias, Leonor
EliminarCarlos, me ha gustado mucho leerte ahora. Por el tema, bien hilado, por lo certero de las comparaciones, y también por la apertura de ese comentario" el que reclama es comunista, el que no, es de derecha". Esta vez, concuerdo con toda tu palabra.
ResponderEliminarMe encanto la historia emanada de un cuento, que no es cuento porque es una realidad que vivimos los países sub-desarrollados en donde no se indemniza a las victimas y se exime de toda culpa al victimario.
ResponderEliminarMuy bien manejadas las funciones del lenguaje. La imbricación entre lo denotativo y connotativo. Casi el descubrimiento de un género. Un abrazo, amigo
ResponderEliminarLo he compartido Carlos, en Google, Facebook y twitter
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el lenguaje y la narración de un ensayo que cobra vida propia
No había leido nada de Guillermo Blanco
Gracias
Ana Zarzuelo
Excelente. Más que una simple crónica, una reflexión sobre la enajenación aquiescente que afecta a la mayoría de nuestros compatriotas, caballejos sumisos rumbo a su propio matadero.
ResponderEliminarPor desgracia, esta actitud traspasa las fronteras y se extiende, como una marea silenciosa, por el mundo globalizado.
Certero, elocuente y poético tu análisis analógico con Ruibarbo, personaje cuadrúpedo del fino escritor Guillermo Blanco, uno de cuyos últimos libros fuera el dedicado a Miguel de Unamuno, a su tragedia personal ante el aplastamiento de la libertad española.
Cabe preguntarse, ¿aprendemos los seres humanos las supuestas "lecciones de la Historia". Creo que no.
Gracias.
Un abrazo.
Edmundo Moure