Carlos Amador Marchant
Por los techos el ruido del viento, huracanado, puso sogas al mes de agosto y todos trataron de huir atemorizados. No cabía duda que se nos acercaba el insoslayable fin del invierno. Sabíamos, por cierto, que acá en el puerto, la cosa es cruda.
Como cualquier hombre que gusta un baño de literatura por las mañanas, los libros esperaban sobre el escritorio. Los había seleccionado la noche anterior con el firme propósito de ojearlos y luego seleccionar sus hojas en el más completo orden y silencio.
El ruido era temerario. En cualquier momento, y esto lo digo con certeza, podían volar techumbres.
Era mucho el viento. Tal vez la velocidad sobrepasaba los noventa kilómetros por hora. Y mientras el cielo estaba negro, muy negro, se me vino por enésima vez esta “idea loca” de pensar “repensar” sobre los galardones que otorga Chile a sus preclaros artistas.
Hay poetas que se entremezclan, a veces, en medio de días grises, de un invierno que finaliza, crudo, en esta nueva era de los llamados cambios climáticos.
Decían, por ahí, que las olas en el litoral de Viña del Mar, por ejemplo, alcanzarían alturas de hasta cinco metros, y las edificaciones a escasa distancia del océano, con esas aguas que día a día, año a año se acercan más, comienzan a producir cierto pánico en residentes.
Soñé de niño con ciudades bajo el océano, aplastadas. Vi mi casa bajo las olas. Y aunque este tipo de cosas parecen caer en el alarmismo, sólo sigo el parámetro de acontecimientos últimos en el mundo.
Se me aparecen algunos literatos en medio de debates con temas específicos: “¿por que los premios son entregados cuando el artista está ad porta de la muerte?, es pregunta que rebota en miles de paredes. Y hay ambiente de humedad, de techos que parecen perderse por la violencia del viento
Decenas de poetas se retuercen en sus lechos, despiertos a altas horas de la noche, desvelados por decir lo menos, en una especie de escaparate, donde el arte se desconsuela.
Decir que muchos ansían el premio, un premio, el máximo, el Nacional de Literatura, es decir poco. Lo meditan, lo preparan por largas décadas, como aquellos deportistas que sueñan establecer una marca, un récord mundial. Pero es esquivo en cientos de ocasiones. Muchos se quedan sin el galardón al paso de centurias. Hoy duermen, simplemente, en lechos olvidados. Otros no; otros siguen siendo leídos sin el galardón, simplemente, por su buena escritura. En este caso: ¿sirve el premio?. Por supuesto que sí, sobre todo para amalgamar, o bien para desechar alguna precaria vida que a algunos les ha tocado vivir.
Pero, el tema central es que llega tarde. Esto me parece muy similar a las leyes de beneficio social en mi país, que llegan a una mesa de discusión y luego caen a los cajones de escritorios hasta perderse en el olvido absoluto.
¿Es mucho dinero el que involucra el premio en pensión vitalicia?. No lo es, pero sirve, por cierto, y permite por lo menos palear situaciones en los años (escasos) que le quedan al escritor para dejar de caminar por las laderas de este planeta. En otras palabras, para morir.
Pablo De Rokha (1894-1968), dijo: “Mis impresiones en este momento son contradictorias. Cuando vivía Winétt, mi mujer, y también mi hijo Carlos, antes de que la familia se destrozara, este galardón me habría embargado de un regocijo tan inmenso, infinitamente superior a la emoción que siento en este momento. Hoy para un hombre viejo, este reconocimiento nacional que indudablemente me emociona, no puede tener la misma trascendencia”.
Tres años después se suicidaría de un balazo en la boca. Ese mismo año su entrañable amigo, el otro Premio Nacional de Literatura Joaquín Edwards Bello (1887-1968), había hecho lo mismo sólo con meses de diferencia.
Muchos han expresado similitud respecto a la tardanza. Juan Radrigán (1937-2016), se desahogó de la siguiente forma: “El premio recientemente obtenido, “Premio de las Artes de la Representación” se llama, le cayó bien a mi ego y a mis arcas, eso es indiscutible. En lo que atañe a los pasos venideros lo siento un poco pesado, quizás algún tiempo atrás hubiese podido cargarlo más airosamente, ya ni los días ni los huesos son los de antes; pero en todo caso no es nada que moleste al caminar, sólo pasa que al correr de los años y al traspasar cierta edad se descubre que pesa mucho más lo que no se hizo que lo realizado…”
Es decir, el tema es largo y profundo de analizar. Se pueden hacer muchas comparaciones al respecto. Tiene que ver, además, con la visión y las estrategias de quienes elaboraron este proceso de galardones. ¿Es temprano, es tarde?. Todo, a veces, tiene su explicación. Un tiempo se habló mucho de “políticas culturales” que fueran en ayuda de los artistas en todo orden.
Pero las palabras vuelan con el viento; y el viento es poderoso.
17 de febrero de 2025
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