Escribe
Carlos Amador Marchant
Nos
damos cuenta que las calles observadas antaño no son las mismas, que
las casas que palpaste ya no están y que, a la vez, las voces
empiezan a tomar tonalidades diferentes.
En
“Cartografía del errante”, libro del poeta chileno Walter Rojas
Alvarez, (Tocopilla-1958), ediciones LAR, 2018, donde se concentran
todos o casi todos los escritos del autor, desde 1987 hasta nuestro
siglo 21 (“Producto Geográfico Nacional” (1987); “Territorial”
(1997-2002) y “El Adelantado” (2001), vemos emerger -lo
observamos- a este siempre ágil diseñador de versos
casi
profanos.
Junto a esta agilidad,
pero
de
gentil hechura nos topamos, además, con la imagen del norte chileno
y observamos ese baile condimentado de esencias donde no está ajena
la mano de la década del 80, casi eterna.
Para
hablar de la obra de Walter Rojas Alvarez, cobra importancia, en este
caso, conocer más allá del autor, (es decir, co
nocer
a la persona como tal
)
desde sus etapas juveniles, desde los aciagos momentos de aquella
universidad nortina, donde los atróficos aires dictatoriales eran
sinsabores diarios.
Me
atrevo a decir que este autor concentra aquellos espacios, los
pedazos del desierto anchuroso, terriblemente secos, y los moja con
la imagen del Chinchorro, aquella costa donde, sin duda, ha quedado
adherido un pasado inalienable: “He allí tu desnudez morena
incaica sagrada/Sobre la blanca arena de la playa Chinchorro/Cuyas
aguas vienen a morir en esta página/Donde eyacula el verso que te
nombra” (de Playa Chinchorro).
En
e
sta
misma visión del pasado, de un pasado que no es pasado, sino el
tiempo de siempre, s
altan
los
ojos de este poeta. Su voz está casi intacta, su mirada está casi
intacta. La experiencia en el escrito, sin duda, es distinta.
Hay
cosas del norte chileno que pasan inadvertidas
para
la prensa
.
Pareciera que toda la información se concentra en el centro y sur de
la nación.
La
Carrá me pena: “
Para
hacer bien el amor hay que venir al sur”
Y esto ha sido desde siempre. Tal vez la diferencia con el acontecer
de hoy está en las redes sociales, en el internet, donde podríamos
enterarnos con más velocidad de lo que está ocurriendo en cada
rincón del planeta.
En
1984
-
hay
crónica extraída de diario nortino y posteriormente archivada en
Biblioteca Nacional digital
-
doy cuenta de algunos actos de este poeta. Está todo intacto, lo
veo, lo palpo ejerciendo su apostolado y enunciando, tal vez, lo que
vendría en cuanto
a
escritura.
Eran
tiempos difíciles. Los estudiantes, los universitarios lanzaban sus
primeros gritos de libertad en las calles, querían terminar con la
dictadura militar. Un día Walter Rojas aparece por mi lugar de
trabajo (por aquel entonces me desempeñaba como administrativo de
bibliotecas en U. de Tarapacá,
en
Arica
)
y me mira fijo, y no habla, no habla nada, gesticula. Me explica en
un papel que había tomado la determinación de no lanzar una
miserable palabra por espacio de 15 días. Es decir, para un ser
vehemente como él, eso significaba, simplemente, la mutilación de
la voz. Los motivos fueron muchos: “
triunfo
de la voluntad, la derrota de la carne, que la poesía sirva para la
salvación de los humanos, que esta misma no solo sirva de paja
molida y grandes banquetes, que el poeta sea luz y ceniza de la
realidad”.
Al
comienzo no le creí mucho, pero al paso de los días entendí que
“el hombre” se había transformado en un mudo y que su acción
representaba un proceder de valentía sin límites frente a tanta
miseria imperante.
Entre
cientos de anécdotas valiosas
hay
una que está en una crónica escrita en 2011 e inserta en mi blog
número 2. Se llama “Poeta hizo que rechiflen versos de Neruda”,
y
la misma tiene que ver con la preferencia de Walter Rojas Alvarez,
por leer unos de los poemas más hermosos de Neruda: “
Explico
algunas cosas” del libro “España en el corazón”. En noches de
bohemia estudiantil dicho escrito era leído con euforia
desde
un papel arrugado por el uso y por el tiempo. En aquella crónica no
nombro al personaje y muchos lectores preguntaron
por
él
.
El poeta de Tocopilla, se había hecho de un séquito que en la época
juvenil
fabricaron
,
simplemente,
una escenografía exquisita.
Fueron
tantas las veces que se leyó dicho poema, que al final muchos
llegaron a aborrecerlo. De allí las rechiflas.
Pero
aparecía y desaparecía. Si bien hoy en día radica en La Ligua, al
comienzo del 2000 lo busqué en Quillota, ciudad donde me habían
informado, radicaba. No pud
e
hallarlo. Más tarde, por esas casualidades, nos encontramos en
Valparaíso, y
luego
en la misma Ligua, sitio donde Teillier caminó sus últimos días
Sin
embargo, Rojas Alvarez no es solo eso, sino también el observador
impertérrito de entornos, el crítico de la carroña por donde nos
desplazamos: “Izar la lengua poeta de porquería/Para desandar el
signo falaz del verso” (de Izar la Lengua), y esto último lo
relaciona con la proliferación de poetas charlatanes que muchas
veces culminan en un fracaso absoluto de sus obras.
Si
bien el autor nos muestra en este nuevo libro la recopilación
corregida de sus trabajos anteriores, me estoy deteniendo en estos
“nuevos” poemas por considerarlos apocalípticos: “Malos
tiempos para la poesía/Señalan los indicadores macro económicos
del día..” (de Según el favor del viento) o “Aléjate de la
poesía y los poetas/Solo conocerás la traición & la derrota/La
poesía no sirve para nada” (de No sirve para nada). En estos
versos, pareciera saltar la sangre apretujada de las venas, con
furia, con ira,
con
desdén.
Conocer
a Walter Rojas Alvarez en su andar, es casi lo mismo que en su
escritura: hay picardía, observación minuciosa de entornos,
vehemencia. Si bien sabemos que, mientras nos encontremos en este
mundo terminaremos asfixiados por tantos problemas y tonteras, el
autor usa su sagacidad para confrontarnos y dar a conocer su visión
de vida.
Hay
un lenguaje que a la larga se transforma en estilo y que este poeta
sabe acariciar desde tiempos pretéritos. Y lo concreto es que lo ha
sabido preservar al paso de muchas décadas: “Oye flaca/ Te escribo
estas negras líneas en servilleta de papel/Para que sepas que el
amor se nos está secando” (de Mala yerba) .
En
breves poemas, en pinceladas, trae también a su natal Tocopilla, a
su abuelo Evaristo; esa tierra seca lamida por el mar y donde el
látigo de la Cordillera de la Costa,
retrotrae
e impregna de raíces como algo ineludible.
Cuando
leo los poemas de “Escrito con saña”, veo la escena in situ
relatada por Rojas Alvarez, es decir, los momentos de bohemia en el
puerto de Valparaíso, la despiadada bohemia, donde van bajando la
alucinación por la noche porteña entre risotadas, meadas, etcétera,
en honor de la novísima poesía latinoamericana, y, haciendo una
paráfrasis del poema nerudiano, se encumbran: “en cada puerto una
traición espera los marineros besan y se van mientras tanto el cholo
se masturba públicamente en nombre de la patria en la esquina del
Bulevar de los sueños rotos, compadre”.
Y
he aquí que me llegan recuerdos de Nana Gutiérrez (1924-1985), la
antipoeta de Arica, con quien me reuní en más de una ocasión en
lugares céntricos del puerto nortino. Nana, tenía un temperamento
muy especial; era alegre y también se enojaba súbito. Pero entre
las cosas que me quedaron en el tiempo, no sin antes acotar que la
poesía entre comillas tiene, sin duda, notables exponentes a nivel
de orbe, ella siempre trataba de alterar los parámetros de esta y
entre risas múltiples expresaba: “tú eres muy jovencito y ya
llevas el timbre de la poesía. Los poetas son demasiado serios,
tienen que reírse un poco más, tienen que burlarse del entorno..¡Yo
soy antipoeta y los desafío!, “ gritaba. A la sazón, la
Gutiérrez, quien contaba en la época (1972) con la anuencia de
Parra y Neruda, sacaba fotos junto a una actriz destacada de la
hermosa ciudad de los valles de Azapa y Lluta. Es justamente lo que
hace este poeta, en sus creaciones desde el año 1987 hasta la fecha.
Sin embargo, no se trata de vulgarizar el arte poético, más bien
hay que decir que son pocos los exponentes que logran salir airosos
de este cometido. Este tocopillano radicado en La Ligua, es uno de
ellos.
La
“Cartografía del errante”, me ha permitido, además, releer “El
Adelantado” (2001), que en alguna ocasión tuve en mis manos sin
lograr comentarlo. Estos acontecimientos ocurridos ayer u hoy, y que
a la larga da lo mismo, pues el tiempo junto a su repetición hacen
confundir etapas y eras del hombre. Este texto, por cierto, me parece
notable. Acá no solo vemos, sentimos, a Diego de Almagro (“Yo,
Don Diego de Almagro, el huacho”..) en su terca y sufrida empresa
(“..y puesto que había que tener cojones/ Para tamaña empresa”)
dirigirse hacia el sur, donde el oro abundaba al decir de los
defraudadores, sino que se nos vienen las imágenes de aquellos
hombres en medio del desierto, de la cordillera, dejando hileras de
muertos; soldados sin piernas, sin dedos. Y más allá los aborígenes
observando y luego subyugados. Y más allá la codicia y el oro que
no se ve por ni un lado, en fin. Si bien la historia la sabemos,
muchos se preguntarán qué hay de nuevo en este trabajo denominado
“El Adelantado”. Y la respuesta es “sagacidad” “innovación
lingüística” “creatividad”. En términos generales: “arte”
“locura”.
Para
hacer una obra de estas características hay que atreverse, y aquí
el autor se atreve y logra su cometido. Así, de esa forma transforma
la visión, transforma los tiempos. El accionar histórico está, la
traición está, la decapitación está, las torturas están, Diego
de Almagro está. Pero el poeta los hace, los guía, los saca del
siglo 16 y los sitúa entrando en cantinas, entrando al pueblo de La
Tirana en plena festividad, los harapientos españoles en busca de
oro se encuentran con pueblos salitreros del siglo 19, entran a las
pulperías, cambian fichas por dinero, ven a la caravana de la
muerte, al helicóptero, los hace dialogar con la mismísima
Quintrala. En otras palabras, logra
que “los rotos” se salgan de la historia, se salgan de su tiempo
y los reencuentra con todos los tiempos. Porque, como bien dice en el
epílogo: “Toda historia es redonda como la tierra, /Se necesita un
ojo redondo al centro de esta redondez/ Para ver todo lo ocurrido, lo
ocurrido en esta ocurrencia/ Que nos ocurre a cada rato”.
Lo
cierto es que se transforma en todo un deleite leer a este poeta
surgido desde los tiempos universitarios de la década del 80. Poeta
que viaja, que alterna la docencia con la escritura, que lee con
minuciosidad. Estamos, precisamente, hablando de un errante que
transforma al tiempo, y nos hace repensar si este existe o no.
Estamos hablando de un poeta que se nos aparece en cualquier parte y
en cualquier momento, porque: “He aquí al difunto que hecho
cadáver/ Siguió respirando vida y más vida/ Viajando por el mundo
en libros/ Afiches y postales”..(de “Memoria”).13 de junio de 2018.-
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