miércoles, 13 de junio de 2018

WALTER ROJAS ALVAREZ Y SU CARTOGRAFÍA








Escribe Carlos Amador Marchant




Nos damos cuenta que las calles observadas antaño no son las mismas, que las casas que palpaste ya no están y que, a la vez, las voces empiezan a tomar tonalidades diferentes.
En “Cartografía del errante”, libro del poeta chileno Walter Rojas Alvarez, (Tocopilla-1958), ediciones LAR, 2018, donde se concentran todos o casi todos los escritos del autor, desde 1987 hasta nuestro siglo 21 (“Producto Geográfico Nacional” (1987); “Territorial” (1997-2002) y “El Adelantado” (2001), vemos emerger -lo observamos- a este siempre ágil diseñador de versos casi profanos. Junto a esta agilidad, pero de gentil hechura nos topamos, además, con la imagen del norte chileno y observamos ese baile condimentado de esencias donde no está ajena la mano de la década del 80, casi eterna.
Para hablar de la obra de Walter Rojas Alvarez, cobra importancia, en este caso, conocer más allá del autor, (es decir, conocer a la persona como tal) desde sus etapas juveniles, desde los aciagos momentos de aquella universidad nortina, donde los atróficos aires dictatoriales eran sinsabores diarios.
Me atrevo a decir que este autor concentra aquellos espacios, los pedazos del desierto anchuroso, terriblemente secos, y los moja con la imagen del Chinchorro, aquella costa donde, sin duda, ha quedado adherido un pasado inalienable: “He allí tu desnudez morena incaica sagrada/Sobre la blanca arena de la playa Chinchorro/Cuyas aguas vienen a morir en esta página/Donde eyacula el verso que te nombra” (de Playa Chinchorro).
En esta misma visión del pasado, de un pasado que no es pasado, sino el tiempo de siempre, saltan los ojos de este poeta. Su voz está casi intacta, su mirada está casi intacta. La experiencia en el escrito, sin duda, es distinta.
Hay cosas del norte chileno que pasan inadvertidas para la prensa. Pareciera que toda la información se concentra en el centro y sur de la nación. La Carrá me pena: “Para hacer bien el amor hay que venir al sur” Y esto ha sido desde siempre. Tal vez la diferencia con el acontecer de hoy está en las redes sociales, en el internet, donde podríamos enterarnos con más velocidad de lo que está ocurriendo en cada rincón del planeta. En 1984 -hay crónica extraída de diario nortino y posteriormente archivada en Biblioteca Nacional digital- doy cuenta de algunos actos de este poeta. Está todo intacto, lo veo, lo palpo ejerciendo su apostolado y enunciando, tal vez, lo que vendría en cuanto a escritura. Eran tiempos difíciles. Los estudiantes, los universitarios lanzaban sus primeros gritos de libertad en las calles, querían terminar con la dictadura militar. Un día Walter Rojas aparece por mi lugar de trabajo (por aquel entonces me desempeñaba como administrativo de bibliotecas en U. de Tarapacá, en Arica) y me mira fijo, y no habla, no habla nada, gesticula. Me explica en un papel que había tomado la determinación de no lanzar una miserable palabra por espacio de 15 días. Es decir, para un ser vehemente como él, eso significaba, simplemente, la mutilación de la voz. Los motivos fueron muchos: “triunfo de la voluntad, la derrota de la carne, que la poesía sirva para la salvación de los humanos, que esta misma no solo sirva de paja molida y grandes banquetes, que el poeta sea luz y ceniza de la realidad”. Al comienzo no le creí mucho, pero al paso de los días entendí que “el hombre” se había transformado en un mudo y que su acción representaba un proceder de valentía sin límites frente a tanta miseria imperante.
Entre cientos de anécdotas valiosas hay una que está en una crónica escrita en 2011 e inserta en mi blog número 2. Se llama “Poeta hizo que rechiflen versos de Neruda”, y la misma tiene que ver con la preferencia de Walter Rojas Alvarez, por leer unos de los poemas más hermosos de Neruda: “Explico algunas cosas” del libro “España en el corazón”. En noches de bohemia estudiantil dicho escrito era leído con euforia desde un papel arrugado por el uso y por el tiempo. En aquella crónica no nombro al personaje y muchos lectores preguntaron por él. El poeta de Tocopilla, se había hecho de un séquito que en la época juvenil fabricaron, simplemente, una escenografía exquisita. Fueron tantas las veces que se leyó dicho poema, que al final muchos llegaron a aborrecerlo. De allí las rechiflas.
Pero aparecía y desaparecía. Si bien hoy en día radica en La Ligua, al comienzo del 2000 lo busqué en Quillota, ciudad donde me habían informado, radicaba. No pude hallarlo. Más tarde, por esas casualidades, nos encontramos en Valparaíso, y luego en la misma Ligua, sitio donde Teillier caminó sus últimos días
Sin embargo, Rojas Alvarez no es solo eso, sino también el observador impertérrito de entornos, el crítico de la carroña por donde nos desplazamos: “Izar la lengua poeta de porquería/Para desandar el signo falaz del verso” (de Izar la Lengua), y esto último lo relaciona con la proliferación de poetas charlatanes que muchas veces culminan en un fracaso absoluto de sus obras.
Si bien el autor nos muestra en este nuevo libro la recopilación corregida de sus trabajos anteriores, me estoy deteniendo en estos “nuevos” poemas por considerarlos apocalípticos: “Malos tiempos para la poesía/Señalan los indicadores macro económicos del día..” (de Según el favor del viento) o “Aléjate de la poesía y los poetas/Solo conocerás la traición & la derrota/La poesía no sirve para nada” (de No sirve para nada). En estos versos, pareciera saltar la sangre apretujada de las venas, con furia, con ira, con desdén.
Conocer a Walter Rojas Alvarez en su andar, es casi lo mismo que en su escritura: hay picardía, observación minuciosa de entornos, vehemencia. Si bien sabemos que, mientras nos encontremos en este mundo terminaremos asfixiados por tantos problemas y tonteras, el autor usa su sagacidad para confrontarnos y dar a conocer su visión de vida.
Hay un lenguaje que a la larga se transforma en estilo y que este poeta sabe acariciar desde tiempos pretéritos. Y lo concreto es que lo ha sabido preservar al paso de muchas décadas: “Oye flaca/ Te escribo estas negras líneas en servilleta de papel/Para que sepas que el amor se nos está secando” (de Mala yerba) .
En breves poemas, en pinceladas, trae también a su natal Tocopilla, a su abuelo Evaristo; esa tierra seca lamida por el mar y donde el látigo de la Cordillera de la Costa, retrotrae e impregna de raíces como algo ineludible. 
Cuando leo los poemas de “Escrito con saña”, veo la escena in situ relatada por Rojas Alvarez, es decir, los momentos de bohemia en el puerto de Valparaíso, la despiadada bohemia, donde van bajando la alucinación por la noche porteña entre risotadas, meadas, etcétera, en honor de la novísima poesía latinoamericana, y, haciendo una paráfrasis del poema nerudiano, se encumbran: “en cada puerto una traición espera los marineros besan y se van mientras tanto el cholo se masturba públicamente en nombre de la patria en la esquina del Bulevar de los sueños rotos, compadre”.
Y he aquí que me llegan recuerdos de Nana Gutiérrez (1924-1985), la antipoeta de Arica, con quien me reuní en más de una ocasión en lugares céntricos del puerto nortino. Nana, tenía un temperamento muy especial; era alegre y también se enojaba súbito. Pero entre las cosas que me quedaron en el tiempo, no sin antes acotar que la poesía entre comillas tiene, sin duda, notables exponentes a nivel de orbe, ella siempre trataba de alterar los parámetros de esta y entre risas múltiples expresaba: “tú eres muy jovencito y ya llevas el timbre de la poesía. Los poetas son demasiado serios, tienen que reírse un poco más, tienen que burlarse del entorno..¡Yo soy antipoeta y los desafío!, “ gritaba. A la sazón, la Gutiérrez, quien contaba en la época (1972) con la anuencia de Parra y Neruda, sacaba fotos junto a una actriz destacada de la hermosa ciudad de los valles de Azapa y Lluta. Es justamente lo que hace este poeta, en sus creaciones desde el año 1987 hasta la fecha. Sin embargo, no se trata de vulgarizar el arte poético, más bien hay que decir que son pocos los exponentes que logran salir airosos de este cometido. Este tocopillano radicado en La Ligua, es uno de ellos.
La “Cartografía del errante”, me ha permitido, además, releer “El Adelantado” (2001), que en alguna ocasión tuve en mis manos sin lograr comentarlo. Estos acontecimientos ocurridos ayer u hoy, y que a la larga da lo mismo, pues el tiempo junto a su repetición hacen confundir etapas y eras del hombre. Este texto, por cierto, me parece notable. Acá no solo vemos, sentimos, a Diego de Almagro (“Yo, Don Diego de Almagro, el huacho”..) en su terca y sufrida empresa (“..y puesto que había que tener cojones/ Para tamaña empresa”) dirigirse hacia el sur, donde el oro abundaba al decir de los defraudadores, sino que se nos vienen las imágenes de aquellos hombres en medio del desierto, de la cordillera, dejando hileras de muertos; soldados sin piernas, sin dedos. Y más allá los aborígenes observando y luego subyugados. Y más allá la codicia y el oro que no se ve por ni un lado, en fin. Si bien la historia la sabemos, muchos se preguntarán qué hay de nuevo en este trabajo denominado “El Adelantado”. Y la respuesta es “sagacidad” “innovación lingüística” “creatividad”. En términos generales: “arte” “locura”.
Para hacer una obra de estas características hay que atreverse, y aquí el autor se atreve y logra su cometido. Así, de esa forma transforma la visión, transforma los tiempos. El accionar histórico está, la traición está, la decapitación está, las torturas están, Diego de Almagro está. Pero el poeta los hace, los guía, los saca del siglo 16 y los sitúa entrando en cantinas, entrando al pueblo de La Tirana en plena festividad, los harapientos españoles en busca de oro se encuentran con pueblos salitreros del siglo 19, entran a las pulperías, cambian fichas por dinero, ven a la caravana de la muerte, al helicóptero, los hace dialogar con la mismísima Quintrala. En otras palabras, logra que “los rotos” se salgan de la historia, se salgan de su tiempo y los reencuentra con todos los tiempos. Porque, como bien dice en el epílogo: “Toda historia es redonda como la tierra, /Se necesita un ojo redondo al centro de esta redondez/ Para ver todo lo ocurrido, lo ocurrido en esta ocurrencia/ Que nos ocurre a cada rato”.
Lo cierto es que se transforma en todo un deleite leer a este poeta surgido desde los tiempos universitarios de la década del 80. Poeta que viaja, que alterna la docencia con la escritura, que lee con minuciosidad. Estamos, precisamente, hablando de un errante que transforma al tiempo, y nos hace repensar si este existe o no. Estamos hablando de un poeta que se nos aparece en cualquier parte y en cualquier momento, porque: “He aquí al difunto que hecho cadáver/ Siguió respirando vida y más vida/ Viajando por el mundo en libros/ Afiches y postales”..(de “Memoria”).


13 de junio de 2018.-

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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