(la foto corresponde a la pintora Luisa Ayala: San Felipe)
Escribe Carlos Amador Marchant
Tantas cosas sobre veredas. Tantos pasos de día. Tantos silencios de
noche.
Es la ciudad. Los hombres la hicieron así.
En franco diálogo con mujer de edad avanzada, en pleno centro del
puerto; mujer comerciante, de las que venden en calles, insinuaba
cosas del vivir diario. Se permitió, a la vez, entregar filosofía
de pueblo, de ese que sufre, del que capea calles.
La conversación fue breve. Después de eso emergieron látigos:
“Estoy vieja, cansada. La muerte me acecha”.
La frase final, por cierto, cayó como rayo. De esta se asoman,
tiemblan, desde sus tumbas, gran cantidad de poetas que elevaron
voces hacia la muerte. Pero los poetas que cantaron a la muerte hoy
están muertos: ¿esto dice algo?.
Por otra parte, los soliloquios lanzados sobre este tema se
transforman, en ocasiones, en risotadas y llantos que llegan hasta el
desquicio. En Chile, los llamados “pensadores” eliminaron en
períodos diferentes (por dar un ejemplo) la asignatura de Educación
Cívica, tan trascendente para el devenir de una mejor sociedad
encaminada “eternamente” al desarrollo. Si se llegó a este
extremo ¿se puede creer que un día cualquiera en este país enseñen
algo minucioso, detallado, sobre la muerte, sobre cómo afrontarla,
no temerle, y asumirla como una parte más de la existencia?
Volviendo a este último tema, hay diversidad de literatos que
tocaron (tocan) este punto. Algunos con mucha seriedad; otros
inyectándole un tanto de ironía.
El español Miguel Hernández (1910-42) exclama: “Sentado sobre los
muertos/que se han callado en dos meses, beso zapatos vacíos….”.
El poeta fallecido en cárceles en plena guerra civil de su país,
expone la imagen de “zapatos vacíos” tras la muerte. Es decir,
los zapatos como sinónimo de soledad y, al mismo tiempo, abandono.
La imagen del “zapato” frente a la muerte, o el zapato junto al
ser humano, para mí, siempre representó algo muy profundo, que
tiene que ver, incluso, con el abismo, con la nada.
Al momento de escribir esta crónica el poeta chileno Nicanor Parra,
sostenía o acarreaba con cierto orgullo sus 103 años. Nuestro
Premio Nacional de Literatura 1969, y Cervantes 2011, eterno
postulante al Nobel de Literatura, nos gruñe cuando instala la
muerte en su boca: “Cuidadito
Con velarme/ en el salón De honor/ De la universidad/ o en la Caza
del Ezcritor/de esto no cabe la menor duda/malditos sean si me velan
ahí...”
No
sabemos donde va a ser velado, pero Parra en estos versos se adelantó a lo que muchos temieron adelantarse. Parra, acaba de morir hoy martes 23 de enero de 2018. Casi como un anuncio, a dos días de culminar esta crónica que me vi obligado a corregir y rellenar.
Con
Nicanor Parra, en verdad, uno se anima a entrever cualquier cosa que
tenga relación con la existencia. Y es que él entrega herramientas
para entender más la vida frente al desconocimiento de la muerte.
Entonces no requiero repasar fotos de su etapa juvenil para
enmarañarlas con las actuales, porque siempre estará allí, siempre será el mismo, aunque su estructura cambió con las décadas.
En
los humanos el deseo es primordial y se instala cuando pasan años.
En ocasiones se desea vivir y en otras, morir. Todo está relacionado
con circunstancias. El cansancio, el sacrificio, unido a la
injusticia constante, provocan el agotamiento en los seres. Pero acá
está también el tema de los humanos, es decir, somos los humanos
quienes provocamos alteraciones en el vivir diario.
Cuando
Parra ironiza con vida y muerte me quedo quieto, me quedo
auscultando. Porque en el fondo son tantas cosas sobre veredas.
Tantos pasos de día. Tantos silencios de noche. Y ahora, por cosas del destino, por cosas de una extensa existencia, él ya no estará con nosotros.
Escrito
en 21 de enero y reestructurada el 23 del mismo mes, de 2018.-
Interesante escrito Carlos, gracias
ResponderEliminarSaludos
¡Bravo! Carlos Amador. Certera y poética crónica. Solo decir que esta sociedad pueril que nos ahoga se esconde, bajo la alfombra del consumismo, de la realidad implacable de la muerte. Los poetas nos devuelven a ese devenir que transita por las veredas, como tan bien expresas. Un abrazo y gracias.
ResponderEliminarTe sigo y te leo querido Carlos, es un placer leer tus análisis acompañados de las imágenes en forma de crónica de esos rincones y esas emociones que transmiten. gracias Carlos y un fuerte abrazo desde España.
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