Escribe Carlos Amador Marchant
El “Estallido Social” en Chile, se
grafica como una ola que golpeó la costa, que se replegó, y luego
reapareció con la fuerza de los tsunamis más fornidos.
No hace falta entregar estadísticas, cifras de lesionados, muertes,
torturas, violaciones, porque todo o casi todo está, en este mundo
de redes y cibernética, a la luz del día.
La fecha “18 de octubre de 2019”,
eso sí, quedará en la memoria colectiva como el día de inicio de
efervescencia humana y, por otra parte, de pérdida total del “miedo”
hacia los represores que, por décadas y siglos, han pisoteado, por
cierto, al humilde, al mestizo, en este país largo y flaco.
El chileno,
dentro de una nación
castrada, por ende, de raíces, y en donde los gobernantes desde el
tiempo de la colonia usaron la palabra “marginación” como
símbolo perenne de poder, fueron, no cabe la menor duda, acumulando
rabia y odio, hasta hacerlo
estallar en la fecha señalada de este siglo 21.
La mejor imagen de esto es una “olla
marmicoc en estado de completa ebullición que explota de un momento
a otro dejando secuelas severas en las paredes de una
casa”.
La gente de este
país llamado Chile, atrofiada
en maraña de historias, la mayor de las veces acomodadas a
circunstancias de poderes, ha sido, desde el espacio de los
gobernados, aguantadora
extrema.
¿De qué hablamos?.
Pues de eso, de una nación que sufrió (sufre) segregaciones,
usurpaciones territoriales, y siete constituciones después de la
llamada “Patria Nueva”, todas realizadas, sin duda, entre cuatro
paredes. Siendo de esa forma,
podemos
decir que desde dos siglos y un poco más, somos
guiados
por lo ilegítimo. Porque ¿Cómo
puede ser que a un ciudadano se le pida votar sin deliberar?. Más
aún, ¿cómo es que una persona vote y no tenga opción de
controlar las acciones del diputado, senador o Presidente de la
República?.
¿Cómo se explica que los miembros de
una nación jamás sepan, por ejemplo, cuáles serán los textos que
educarán a sus hijos?.
En otras palabras, la llamada
“República”, acostumbró a establecer un mandato similar
a como quien guía a un rebaño.
Frente a este escenario, no solo nos
hemos acostumbrado al engaño, sino que hemos convivido con él como
alimento diario. Por
siglos las castas se fueron produciendo y reproduciendo; políticos y
reparticiones del Estado han hecho un trabajo mancomunado y de
protección fehaciente hacia los más ricos. ¿Hay formas de terminar
con este desacato al oprimido?. ¿Es posible que la
opresión sea eterna?.
No cabe duda que el opresor ha tomado
precauciones. Pruebas de esto es que ideó
un modo de mentir poderoso, mediante el monopolio de los medios de
comunicación. Creó, además,
fuerzas armadas proclives al sistema, y otras fuerzas llamadas del
“orden” con hombres cuyas actitudes son matonescas y
delincuenciales.
Las repeticiones de engaños donde la
tecnocracia se estableció como base o costumbre de poder, hacen no
solo pensar, sino que afirmar que todo lo que los políticos en Chile
pacten no tiene validez. Primero, porque la casta política, al paso
de mucho tiempo, terminó desprestigiada y no creíble, y segundo,
porque como dijimos anteriormente, las constituciones imperantes son,
simplemente, ilegítimas.
Si bien pareciera que esta crónica
está siendo redactada por un nihilista, lo cierto es que los hechos
y en el estado que se encuentra nuestra ciudadanía por culpa del
propio sistema avasallador, no hacen más que confirmar este extremo
de pensamientos.
Falta preguntarme si este país
desraizado con emblemas inventados impuestos con represión a
perpetuidad sobre aborígenes y mestizos, seguirá por siempre
repitiendo los términos “ jugaremos en su cancha, pero con
nuestras reglas” o “es
mejor luchar desde dentro del sistema que desde fuera”. Porque,
la verdad, estas frases me saben a repetición de otras épocas
fracasadas y que, a la larga, costaron muchas vidas y, por ende, un
recrudecimiento de la pobreza en la gente.
¿Que
habrá que hacer, entonces?. Lo concreto es que el sistema económico
tocó techo. No solo por el grave deterioro social, sino de recursos
y contaminación planetaria.
La
gran oportunidad de revertir esto corresponderá, de verdad, a las
nuevas generaciones, las mismas que están en las calles desde el 18
de octubre de 2019. Pero
esta deberá ser con inteligencia, estrategia y audacia. Porque,
lo cierto, es que Chile agoniza. Vemos un territorio sin agua por
robos perpetrados por el poder y una sequedad que abruma. Vemos
contaminaciones por doquier, endeudamientos, cesantía, ancianos que
reciben miserables pensiones. En otras palabras, estamos viviendo una
etapa final,
una histórica etapa final
que podrá quedar en los anales de la nación.
Y
de eso, los agradecidos serán la gente, la tierra, la fauna y la
naturaleza toda.
Escrito
en 17 de febrero de 2020.-
Excelente análisis... concreto, real y sin tremendismos. Gracias Carlos.
ResponderEliminar¡Excelente análisis! Todo muy claro y Real.Cariños
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