viernes, 22 de octubre de 2021

ANTOLOGÍA “4 POETAS DEL NORTE” Y LA INMORTAL CASA DEL DESIERTO





Escribe Carlos Amador Marchant

Cuando estamos finalizando el mes de octubre de 2021 se nos viene, se nos aparece, casi corriendo, casi saltando, una antología denominada “4 poetas del Norte”. Título, por cierto, ambiguo, por cuanto cualquier lector al revisar la carátula podría imaginarse “el norte” de cualquier país de América o de Europa. Sin embargo, créase o no, la intención del enunciado atrae por mera consecución.

La idea en cuestión correspondió al poeta chileno Walter Rojas Álvarez (1958), oriundo de Tocopilla y quien en la actualidad radica en La Ligua. Durante el período 2020 se dedicó a recopilar poemas de los participantes y a esquematizar lo que sería esta publicación que ahora vio la luz. La idea original estuvo circunscrita a sacar esta antología en las ediciones LAR, que dirigía el poeta nacional Omar Lara, desde Concepción. Pero Lara, quien para el 2021 albergaba grandes planes o proyecciones no solo para su revista Trilce, sino para una serie de ediciones de libros, falleció sorpresivamente el 2 de julio del mismo año. Desde ahí hacia adelante, todo quedó huérfano.

Por consiguiente, el traslado de materiales y la búsqueda de editora fue una constante que se transformó en un silencio de varios meses. Finalmente, los trabajos de estos cuatro poetas nortinos, del norte chileno, todos pertenecientes a la Generación del 80, volvieron al desierto geográfico y encontraron su fecundación en una impresora ariqueña.

La idea original de rescatar las obras (en síntesis) de estos quijotescos representantes del desierto, fue precisamente para eso, para no traspapelar aquella labor que, muchas veces, por la lejanía geográfica, va enarbolando sitiales de olvido. La antología, al mismo tiempo, testimonia lo que muchas veces no nos damos cuenta que acontece, es decir, aquel sacrificio de lanzar palabras, verbos, expresiones de arte, en medio del desierto, sitio donde nadie cree puedan nacer poetas. Es probable que al aparecer esta antología, ahora con más años en el cuerpo, al observar versos antiguos y nuevos, nos pongamos a pensar en qué momento se entregó tanta vida en un espacio donde la aridez es pan del día.

Y lY lo cierto es que, por lo menos a mí, me trae esa escena. Además, y esto no hay que dejarlo en silencio, las caminatas, las caminatas incrustadas de piedras calientes, se hicieron en medio del terror latente de la dictadura militar. Y si bien ha pasado mucha agua bajo el puente, esta Antología 4 Poetas del Norte, me trae también esas lejanas peñas con cantores populares, las guitarras y las arengas, la casa de Mayo Muñoz a la entrada del valle de Azapa, en medio de ese olor a madera humilde y valentía. Me trae, también, los pasillos de la Universidad de Tarapacá, y los muchachos que acompañaban a Walter Rojas en distintas carreras, las voces de amanecidas y los diálogos poéticos inagotables. Me llega también la ex Universidad de Chile, en la Avenida Velásquez y la efigie de Bello, los vinos incontables en la playa El Chinchorro, con sus aguas sucias de un tiempo, con los fecales a orilla de playa, y el vino, el vino, el vino de los poetas.

Pues bien, esta Antología, este muestrario del quehacer poético del norte chileno, donde vuelven a convivir, en páginas, José Martínez Fernández (Arica 1949), Mayo Muñoz (Illapel 1951), Carlos Amador Marchant (Iquique 1955) y Walter Rojas Alvarez (Tocopilla 1958), hace chocar el tiempo como hojas de papel. Y si bien los años van tapiando los caminos, veo ejerciendo mis primeros versos en papeles de hojas de roneo, entintándome las manos, viendo calles lejanas cerradas para la memoria. Cada uno de los poetas, acá, ha remecido el tiempo como ramas de árboles. Estamos hablando de una antología de la memoria donde el Subarú, el pequeño Subarú blanco, entra en las esquinas polvorientas de la mente.

¿Quién dijo que un pequeño texto era un papel como cualquier papel?. El que lo dijo se equivoca. Ciertos textos tienen el poder de remecer entornos, épocas, esquinas, voces, aromas. Y este tiene el poder de una carta lejana, esa carta que llega de improviso, que te informa sobre el tiempo detenido y el tiempo que avanza. Esta antología 4 Poetas del Norte (chileno) tiene, no cabe duda, la imagen de una valiosa casa. Mayo Muñoz, en un poema que lo identifica, con esa imagen de copa de vino, expresa: “¡Entrad en esta casa!- ¡Qué importa si no es tuya ni mía!. Aquí como en la última morada no cabe adiós ni pertenencias…” (versos de un poema completo que se expone en una gigantografía desde el año 2004, en el bar El Democrático de Iquique).

Ciertas antologías, esta en particular, quedan casi eternas. El motivo, como ya lo señalara anteriormente, tiene que ver con el desierto y los años en que los protagonistas se desplazaron. Y finalmente, como bien lo expresara Rojas Alvarez en extensa conversación telefónica, está relacionado con el establecer una presencia concreta, de una mansión, moranza o casa, que hacía falta recuperar.

Porque después de Tebaida, la revista internacional de poesía (1968-73-Arica), llega una especie de orfandad que es suplida con el sacrificio de jóvenes que van apareciendo con el correr de los años. Muchos textos, muchos diálogos se gestaron. La recopilación de esta historia tiene acá, sin duda, esta trascendencia.


22 de octubre 2021.-



2 comentarios:

  1. Hay mucho que leer y que aprender todavía del Norte. Ya es hora que abramos los ojos y los brazos a la poesía nortina.

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  2. Buen e informado comentario de Carlos amador marchant.

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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