foto 1: La casa de Couve en Cartagena (hoy museo).
foto 2: Adolfo Couve
Escribe Carlos Amador Marchant
Reparto horas pensando y, a
veces, los pensamientos pesan como hierro. No es bueno pensar tanto,
me dije hace cuarenta años. Sin embargo, la vida, el mundo, están
hechos de pensamientos. El alimento que ingieres es pensamiento. La
mano que estrechas también lo es. La pared que te mira es
pensamiento puro.
Fíjense ustedes que hace
bastante tiempo escribí sobre Adolfo Couve, aquel hombre, aquel
“marciano” que se suicidara en costas de Cartagena, el balneario
de la Quinta Región de Chile. Y lo hice pensando en el extravío de
su cabeza de cera y que, a la larga, dio el inicio del final a esa
vida tormentosa.
Siempre dije que a este
pintor-escritor lo veo circular por las avenidas del balneario, el
mismo que sirvió de refugio. Y es verdad, lo siento en espesura, en
follaje. Pero más lo siento en esa tozudez que invade al artista
desde sus inicios, desde cuando el progenitor trata, busca,
encaminarlo por otros sitios: “A
los 15 años, mi papá me pilló pintando un retrato con pasta de
dientes y de zapatos. Entonces me regaló una caja de óleos, con la
condición de que la pintura sólo fuera mi hobby. O sea, esa caja me
la regaló para que yo no fuera pintor”
.
En este mismo recuerdo el autor contradice -en sus horas finales-
los deseos de su padre:: “No
te olvides, Carlitos -le dijo a su hijo adoptivo antes de quitarse la
vida-, yo muero por el arte”.
Couve, escritor realista sin apellidos, de aquéllos que entregan
vida-visión-tacto, escasean en el mundo. “La Comedia del Arte”
entrega un valioso escenario de la pintura, las búsquedas, los
fracasos, y es, al margen de otros aportes narrativos, la piedra
angular que determinó su exterminio.
El artista nació en Valparaíso en 1940, e iniciada la década del
80, cuando ya su nombre se reconocía, hastiado por el ruido de la
ciudad, la vida en su fugacidad temprana, escapa y se refugia en la
costa. La anécdota respecto a esto resulta sustanciosa, puesto que
es pillado por un taco de vehículos en el centro de la capital y,
tras esperar largo rato, se baja de su auto y lo deja botado entre la
turba enlatada. Ese día se instaló en forma definitiva en
Cartagena.
¿Qué es Cartagena para el escritor?. Se puede argumentar que viene
siendo el escenario fiel de sus trabajos. Lo cierto es que Couve
entrega con sinceridad a prueba de todo, lo que le va dejando el
entorno del balneario. Quienes conocemos el sitio tal vez logramos
entender por qué el escritor lo eligió para descansar y entregar
sus últimos escritos. En lo estrictamente geográfico podemos oler
cada centímetro de Cartagena, ese misterio que encierra un sitio
que hasta comienzos del siglo XX era el espacio de gente muy
adinerada. El escritor se enclaustró ahí en el momento en que el
balneario era (es) un lugar popular. Y aquí la trascendencia, porque
logramos percibir la locura, el desorden, la soledad de paredes y de
personajes.
En la Comedia del Arte, que leo por segunda vez, me vuelven a seducir
la forma en que se desplazan los protagonistas. Y lo que cada uno de
ellos encierra es el fiel retrato de la vida en su cruenta forma de
vivirla y el impiadoso devenir del arte.
¿Qué hay detrás de cada personaje?. Simplemente un universo, un
potencial de vida donde, además, el balneario deja de ser localista
y vuela más allá de las fronteras y el tiempo.
Camondo es el pintor fracasado y Marieta, su modelo, ya entrada en
edad, le es infiel con Gastón Aosta, un fotógrafo que aparece de la
noche a la mañana. ¿Sucumbe la pintura frente a la fotografía?. Es
un tema profundo y largo de abordar. Lo concreto es que, con la
infidelidad de Marieta, se generan otros fenómenos. Sandro, por
ejemplo, quien termina siendo una especie de discípulo de Camondo,
viene a representar la renovación de estilos en la pintura y, por
consiguiente, su subsistencia en el tiempo. En la novela breve
Marieta fallece en la primavera de 1989. Gastón Aosta, es decir, la
fotografía, se suicida dos años después. Por consiguiente, Sandro,
es decir, la renovación de la pintura alcanza fama internacional.
Pero lo que no deja de sorprender es la muerte del escritor en la
vida real: 1998, como si hubiésemos dado vuelta los números del año
de muerte de Marieta. Y podemos decir, a la vez, que la muerte de
ésta, quien representa la belleza en desmedro, aquélla que sucumbe
con el tiempo, es el todo, pero también la nada. Entre los dos suicidios,
uno novelístico y otro real (¿existe lo real? ) se levanta como
efigie de triunfo la belleza. Marieta, en el fondo, sigue caminando
en postura vencedora y eterna.
Hay quienes se preguntan sobre la muerte de Couve, y argumentan,
incluso, no entender este paso en alguien que había alcanzado el
éxito en todos los ámbitos, en lo académico, en lo artístico, y
hasta en el confort humano. Pero: ¿todos estos logros fueron
disfrutados?. El escritor, además, siempre fue sensitivo extremo. Y
el mundo de hoy, el que se sigue viviendo con valores truncos llevan,
por cierto, a alguien como Couve a preguntarse constantemente: ¿qué
hago acá?. ¿vale la pena seguir?.
Revisando materiales sobre Adolfo Couve, nos vamos encontrando con
varias novedades. Una de ellas tiene que ver con su casa convertida
en la actualidad en Casa Museo. Quien compró aquélla la encontró,
dos años después de su muerte, con todas o casi todas las
pertenencias, con muchas antigüedades que habían pertenecido a
personajes del arte y la política nacional. El jardín por donde
Couve caminaba, sin regar en todo ese tiempo de silencio. En fin,
rescatar ese espacio es doblemente hermoso. Y no puede ser menos,
porque la validez y la inteligencia del artista deben ser recordadas.
Hay quienes afirman que al paso del tiempo la figura de Couve
comienza a ser olvidada, muy por el contrario, pienso que se inicia
un retorno a sus escritos y sus pinturas.
El escritor se suicidó en marzo de 1998 y, a comienzos de ese mismo
año, dio la última entrevista televisiva a Cristián Warnken, donde
con valentía afrontó sus demonios y fue capaz de reír en fiel
reflejo de alguien que está despidiéndose de un mundo que no
terminó de entender, o a la inversa. En la misma expone su
acercamiento a los poetas, a quienes considera llegan a extremos al
que pocos alcanzan.
La literatura de Adolfo Couve, como su pintura, me provocan lo que el
mundo, la sociedad, están provocando en estos últimos tiempos: una
soledad, una tristeza absolutas. Al leerlo veo espacios constantes de
recorridos por nuestra sociedad, la sitiada en abandono, avaricia,
descomposición de valores y donde los seres ni siquiera optan con
saludarse con alegría en las calles. Al leerlo siento la locura de
una persona lúcida, pero que se sumerge en una realidad que lo
culmina asfixiando en tristezas Y creo que él lo entendió de esa
manera, al igual que los personajes que pasaban frente a su casa, los
mendigos, las ancianas, las locas caminando por orilla de playa
buscando lo imposible, lo irreal, y que hoy en día siguen
haciéndolo como fieles fantasmas de una comedia.
*Cartagena, es un balneario de la Quinta Región de Chile.
Adolfo Couve, es un escritor chileno nacido en 1940 en Valparaíso, y
fallecido en 1998, en
Cartagena.
escrito en 04 de abril de 2016
gracias...
ResponderEliminarBuenísimo, gracias por enviarlo.
ResponderEliminarse mantiene viva la curiosidad por saber más de Adolfo Couve, escritor atormentado.
ResponderEliminarMuy interesante, Carlos.
ResponderEliminarUn placer leer tu escrito y saber/descubrir a Adolfo Couve, amigo.
Un cordialísimo saludo,señor escritor.
Excelente, gracias por compartirlo
ResponderEliminarVerdaderamente una hermosa crónica querido CAM, describes con mucha fuerza y sentimiento la vida un tanto tormentosa del pintor-poeta Adolfo Couve. Por algún motivo me he identificado con varios pasajes de tu escritura. Tuve la sensación de estar leyendo una novela, que por cierto terminó demasiado pronto. Lleva a reflexionar en las contradicciones de la vida, puesto que A. Couve alcanzó a ser reconocido y consiguió su refugio de vida en Cartagena, sin embargo no fue suficiente para él.
ResponderEliminarMe ha encantado tu crónica, interesante y fascinante de leer.