viernes, 18 de marzo de 2016

Crónica-entrevista del año 2001 actualizada



EL SALITRE ES MÁS QUE UNA TELENOVELA 
de Revista Liberación, de junio del año 2001

Escribe: Juan Cameron

J.C.: “Carlos Amador Marchant se instaló hace años en Valparaíso. Conocido por su actividad literaria en Arica e Iquique, guardó un largo silencio hasta publicar, en 1999, Alone Again. Después de este poemario ha desarrollado un par de novelas que se refieren a su zona, la pobreza y las huellas históricas del salitre y del movimiento obrero”.

“Mi madre también nació en Valparaíso, en una oficina llamada Valparaíso”, dice con ironía el escritor Carlos Amador Marchant. Es una salitrera , como muchas en el norte que al paso de los años fueron desapareciendo. Está situada al interior del pueblo de Huara. Hoy en día Valparaíso son solamente montículos sin ningún rastro de vida.
Huara era el centro comercial para varias salitreras. En este momento se conserva; lo han restaurado y todavía hay mucha gente que sigue en ese lugar. Aunque la mayoría de quienes trabajaron las minas están viviendo en Iquique; esas personas han dejado su legado a sus hijos y esos hijos a otros hijos. Y en Iquique se mantienen asociaciones muy poderosas de ex salitreros donde está toda la historia.
Estuve en Humberstone en dos oportunidades. Es un pueblo que tiene una particularidad: la mayoría de sus casas están hechas con calaminas. Eso le da una significación muy especial. Humberstone está despoblado. Un poco más allá se encuentra Santa Laura, que es Patrimonio Nacional. Humberstone adoptó ese nombre por uno de los ingleses que, al igual que muchos, tuvieron poderío. Y simbólicamente, en pleno desierto, hay una especie de monolito, también de calamina, que simboliza la muerte de esa oficina y de ellos mismos. Porque muchos ingleses no quisieron regresar a su tierra y dejaron sus huesos en la pampa. Sin embargo, construyeron sus casas en Iquique, como es el caso de la calle Baquedano -también hoy Patrimonio Nacional- casas construidas en madera, como la ex Intendencia hasta la década del 70; madera que no se ha desgastado con el paso del tiempo.
Marchant no está conforme con la telenovela Pampa Ilusión. He visto muy poco de la telenovela aquella, dice. Me parece un trabajo recreado con temas o con antecedentes de estos pueblos. En todo caso, una muy precaria recreación respecto a la vida del salitre. Al verla se imagina cosas muy pomposas de la gente que tenía dinero; en realidad fue mucho más complicado. Yo creo que una visión más global la dan algunos escritores; como es el caso de Hernán Rivera Letelier; o como el caso de algunos surgidos de la zona y que logran con algunos antecedentes plasmar la realidad concreta de lo que se vivió allí.
La vida de los salitreros fue muy difícil. El obrero vivía en condiciones muy precarias, sin acceso al dinero, sin acceso a los grandes lugares donde iban los patrones, y no podían ir de un pueblo a otro; porque ellos solamente tenían acceso a fichas. La vida del salitrero fue muy complicada y, creo, todavía no se ha hecho un trabajo minucioso al respecto. Se trata solamente de recreaciones que salen en este momento, producto de cuanto se ha hecho en literatura.
Hay que ser enfático, recalca Marchant; Antofagasta e Iquique, Arica y Pisagua, pertenecían a Perú por un lado y a Bolivia por otro. Entonces, para la explotación del salitre, sin duda a los grandes capitales ingleses no les satisfacía el trabajo de los habitantes (tampoco el tema de impuestos). Y se llega a la famosa inventada Guerra del Pacífico, lo que permite a Chile recorrer y apoderarse de todos estos territorios e, incluso, someter a Bolivia hacia los sectores altiplánicos. Y con gente contratada, con mano de obra chilena, se llega a una explotación del salitre más óptima para “ellos”; se trabaja con campesinado chileno.
Esto produce el nacimiento de movimientos obreros. Porque realmente los trabajadores que llegaban a la pampa -los llamados enganchados- venían engañados por una especie de fiebre del oro californiano; y se encontraban con todo lo contrario, la pampa, absolutamente desierta, donde la miseria y la escasez de agua eran terribles. Toda esa gente del sur crea una nueva generación de hombres, los famosos pampinos. Y son aquéllos quienes, en 1907, se sublevan en una de las primeras manifestaciones, la cual desemboca en la conocida Matanza de la Escuela Santa María.
Yo estudié en la Escuela Santa María. Comencé la primaria en 1961 y durante seis años conozco todo el reducto. Los profesores nunca hablaban del tema. Pero cuando lo hacían lo hablaban en términos muy literarios; hablaban de las penaduras. Porque, claro, penaban; uno escuchaba esas cosas. Es una de las grandes historias en la historia del salitre. Tal vez Hernán Rivera Letelier podría escribir sobre ella, como lo prometió en la última Feria del Libro de Viña del Mar. Hasta la fecha la gran novela la ha hecho Volodia Teiltelboim con su libro “Hijo del Salitre”. En ésta logra recrear todo el proceso de la bajada de los pampinos hacia Iquique, atravesando el Cerro El dragón, que es un cerro de pura arena, para desembocar en la Avenida Balmaceda, desde donde son trasladados a la Escuela con las consecuencias por todos conocidas.
En relación a su propio trabajo, una novela en vías de editar y otra en construcción, el poeta y narrador nortino aclara: estoy dedicado a una novelística que no tiene nada que ver con la Pampa , pero sí con las vivencias históricas para Chile, independiente de que Iquique haya sido peruano. Porque ahí sucedieron muchas cosas. Iquique, el puerto, mediante los nexos con el puerto más importante de Chile, Valparaíso en este caso, anexaba su producto con el mundo. Es decir, Iquique y Valparaíso están históricamente ligados por el tema del salitre.
Lo mío se refiere a hechos posteriores, desde 1950 en adelante.
A ese Iquique que fue por media hora la capital de Chile, que mantuvo económicamente al país.
Me interesa Iquique como puerto principal, capital de Chile, pero en decadencia; cuando el salitre sintético se fabrica en Alemania y la ciudad empieza a vivir de las pesquerías; y la pestilencia llega a todas las casas junto con la pobreza y las banderas negras. En ese tiempo, la década del 60, el pago de Chile significó que Iquique viviera la pobreza más atroz de todos los tiempos. Pertenece a mi infancia y allí ubico la novela “Los cururos de la Santa María”. Cururo es el rostro moreno, el color negro.
La narración está centrada en una manifestación estudiantil. Hay pasajes muy concretos respecto a la forma de vida. Cuando se compraba dos panes al día, un tomate, quienes alcanzaban, un tecito y, quienes no tenían, quemaban azúcar en una cuchara y le ponían agua hervida para darle el color del té. Era una pobreza terrible.
Es el Iquique de los estudiantes que mueren, que son pobres, como el Matus, quien vive en un conventillo, que de la nada se convierte en un dirigente estudiantil respetado. Es un “arrancapinos”, un hombre pequeño y débil; un cururo arrancapinos. Y muere en la manifestación. Y está Jacinto Céspedes, profesor de Artes Manuales, quien enseña a los alumnos a hacer barquitos de maderas para transformarlos en ceniceros. Y Jacinto Céspedes era “cufifo”, un tomador. Y acompaña a los liceanos en su manifestación, tocando un bombo. La novela termina cuando el personaje que la narra, “el Pajarito”, sabe por Jacinto que la huelga ha llegado a su fin junto a la vida de dos estudiantes.
Las historias siempre se repiten. Como Jacinto Céspedes en la próxima novela.


*Nota de CAM: “Quise actualizar este escrito de Cameron, realizado hace 15 años, y publicado en Suecia en la Revista Liberación (10 de junio de 2001). El objetivo es traer al presente publicaciones que sólo tuvieron circulación en formato papel. Por otra parte, precisar que el tema de la Guerra del Pacífico es algo mucho más profundo y delicado que lo expuesto por mí en dicha entrevista y, finalmente, que al paso de los siguientes meses (año 2002), el escritor Hernán Rivera Letelier cumplió con su palabra al publicar “Santa María de las flores negras”, un excelente texto sobre la Matanza de la Escuela.
(Marzo de 2016)




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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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