El
hombre se ha dejado llevar, casi con estupidez, por su carácter
bélico. Esta misma cultura de armas se propaló e instaló en el
siglo XX en casas, lugares donde, por la gran publicidad pro-juguetes
armamentistas, los niños elegían sus pasatiempos “más hermosos”:
pistolas, fusiles, metralletas, tanques, etc, de plásticos, de
cartón, de maderos o metal (daba lo mismo).
Los
torpedos, por su parte, que surgen como “boom” en la segunda
mitad del siglo XIX, y que a la sazón sirvieron para hundir cientos
de embarcaciones en cruentas guerras desde Secesión en Estados
Unidos, Guerra Civil del 91 en Chile, Segunda Guerra Mundial, por
nombrar sólo algunas, si bien no se materializaron como productos
comerciales por su uso bajo el agua, dejaron sus nombres
inmortalizados en acciones estudiantiles. Todo esto, por cierto,
antes de la llegada del celular. Los torpedos no bélicos, eran los
que pasaban por debajo de las piernas en impiadosos exámenes y
donde, por lo general, servían para que algún “porro” fuera
salvado por cierto amigo, luego de no haber estudiado ni una sílaba
el día anterior.
Escrito por Carlos Amador Marchant, el 29 de enero de 2018.-
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