sábado, 28 de diciembre de 2013

SOBRE COSAS DE FIN DE MUNDO Y LOS ESTRAGOS IMPERANTES.






Escribe Carlos Amador Marchant


¿Será cierto que nos vendrán a buscar un día para dejar de ser hombres en la tierra, y culminar con esta gloriosa vida de suspiros, de juegos y de sueños absurdos?. Y por qué no, si a fin de cuentas no sabemos nada y vivimos un mundo robótico en medio de una selva inexistente.
Por estos días (más allá del siglo 21) se habla con más insistencia de este tema y comienzan a verse estragos naturales. Cosas extrañas en el firmamento percibidas por quienes laboran en astronomía: terremotos, tsunamis de magnitudes sorprendentes y, por cierto, de acuerdo al avance de las comunicaciones mundiales, todos están atentos a estos fenómenos que parece nos complican la existencia a un grado tal de hablarse que el presente año (2012) puede ser el que nos dé sorpresas mayores. ¿Fin de la existencia humana?. No lo sabemos.
No claudico frente a las estructuras de la existencia y me abro de brazos, esperando. Dentro del campo de la escritura han partido tantos en estos años. ¿Tuvieron suerte, se fueron antes del Apocalipsis?. Nadie lo sabe, las cosas se dan como se dan y en este mundo nadie se maneja a su antojo, ni siquiera al nacer, ni siquiera al morir.
Hubo poetas que cantaron a la muerte y hoy están muertos. ¿Será posible decir que en estos momentos cantan para volver a la vida, la desconocida?.
El ser inteligente tiene ventajas y desventajas. Ésta tiene que ver con que sabemos que un día cualquiera dejaremos la casa. La niebla nos espera: “No le temo a la muerte…por fin conoceré el gran misterio”, dijo el poeta chileno Gonzalo Millán a horas de iniciar su viaje fuera de este mundo.
Se habla mil cosas en estas últimas décadas. El calendario maya nos pena en cada segundo. Los gatos que transitan por los techos en la madrugada. Los perros que ladran mucho por las tardes.
Nos apresuramos a comprar manzanas. Dicen que ahora no tienen el sabor de antaño. Los químicos y esas cosas, golpean. Se vienen sequías. Hay que apresurarse a comprar, antes que se acaben las cosechas, dicen algunos. En la televisión se dejan ver programas juveniles, pésimos espacios, mediocres espacios, tristes espacios. Los ricos continúan haciéndose más ricos. Persiguen a los pobres, los apalean, le dan patadas en las calles. Unos locos, por ahí, varios locos, cientos de locos ricachones sudorosos, fabrican búnker para protegerse de la gran masacre. Dicen que bajo tierra se salvarán del diluvio. Incluso, pensando en el vil dinero (los ricos hasta dentro del ataúd piensan en el dinero) ya le han puesto precios a los compartimientos, por si a alguien se le ocurre salvarse dentro de esos socavones. ¿Acaso no saben que la naturaleza, que su fuerza, lo destruye todo en segundos?
Inicuas situaciones nos arrecian por las calles. Neo-nazis apalean, golpean, destrozan el cuerpo de un joven homosexual, lo queman con cigarrillos, le destruyen los órganos, le quiebran las piernas. Panorama inquietante en estos días.
La población ya no cree en sus autoridades, se han aburrido de tanta mentira por el mundo. Estamos hablando de las calles y la gente. Pero ¿qué hay más allá de las calles?.
Hay quienes aseguran que los estudiosos, que los grandes palacetes se han adueñado de los estudios, de la historia, que la han hecho a conveniencia de sus privilegios.
Parecen acabarse los tiempos en que la gente lo creía todo. Hoy se escudriña, incluso, a quien estudia en los colegios.
La historia miente, la ciencia, a veces, miente. ¿Y cómo no?. Si cuando aparece alguien que trata de contrarrestar investigaciones que han quedado establecidas a perpetuidad, es señalado como díscolo, como un aberrante ser de la ignorancia, que sólo trata de buscar fama a costa de sensacionalismos. Y la verdad parece no ser ésa, parece ser a la inversa, parece que se nos ha mentido de por vida, y la población mundial así lo percibe.
Muchas citas de poetas y pensadores siguen penando en las bibliotecas. Las mismas que a veces se dejaban de lado, hoy cobran vida. Pero no sólo porque han vuelto a ser leídas, sino porque el ojo humano se ha despertado frente a la ignominia.
Curiosamente por estos días, frente a tanta aparición de tsunamis, los pescadores, casi no creyendo informaciones oficiales, alertan a la población cuando las olas aparecen turbulentas. Es curioso, ¿verdad?.
Me siguen penando las palabras del poeta chileno Gonzalo Millán a minutos de partir de este mundo: “No le temo a la muerte…por fin conoceré el gran misterio”.

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"El mundo que hicimos, el mundo que queda por hacer, no tienen el mismo valor o significado. Se hilvanan distintos ojos. Pero la vida es una sola, conocida o no, y la acción de amarnos con chip reales, tendrá que ser prioridad de los nuevos tiempos."

Carlos Amador Marchant.-

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Aunque radico en Valparaíso desde 1995, siempre recuerdo este muelle de Iquique, el muelle de mi niñez.

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