domingo, 30 de marzo de 2014

LOS TERREMOTOS, LOS TSUNAMIS Y EL SUFRIMIENTO DE LA GENTE






                                                           Escribe Carlos Amador Marchant



Se me antoja pensar en la orilla de ese océano que baña los pies de Chile. Y frente a este escenario voy (retorno) al 27 de febrero del año 2010, día que el suelo territorial estremeció sus ejes.
Estoy precisamente en esta fecha del calendario, sólo que de  2014, recordando, a cuatro años, este feroz golpe de la naturaleza. Hay cientos y miles de cosas que narrar al paso de 48 meses, más allá, por cierto, de edificios caídos, de puentes, de carreteras y las quinientas mil viviendas que quedaron destrozadas. Esto sólo hablando de lo material. ¿Y lo humano?: ¡¡Sobre quinientos muertos!!!. Atroz.
En estos momentos  recorro la ahora apacible costa de  Navidad y Matanza, localidades de la Sexta Región de Chile. Concordemos que éstas no son aguas quietas, que aquí se practica el surf. que llegan delegaciones de jóvenes a hurguetear las grandes olas. Pero los tsunamis son más que eso. Traen sorpresas y el avance de olas agresivas, feroces. En este caso superaron los cinco metros de alturas y salieron playa afuera más de doscientos . Si el terremoto del 2010 fue en la madrugada, en la oscuridad, con una duración de 3 minutos en algunos sitios y en otros hasta seis, imaginemos el pánico de la población, sobre todo en zonas costeras. Hay que hacer notar que el movimiento telúrico del 2010 se encuentra ubicado en el octavo lugar de los más grandes, superado por el de Valdivia en 1960, con 1.665 fallecimientos y una potencia de 9.5 grados. La cantidad de muertos hace cuatro años sufrió más tarde una serie de imprecisiones en sus cifras. Pareciera que a los gobiernos de turno les encanta minimizar la tragedia. La pregunta es: ¿para qué?. Finalmente el número se estableció en 525 cadáveres identificados. Los damnificados, en cambio, superó la cifra de dos millones de personas.
Lo que logramos ver en la prensa nacional y mundial fue catastrófico. Edificios completos caídos. Puentes, carreteras cortadas. Y por parte del tsunami, que se produjo treinta y cinco minutos después del terremoto, fueron muestras asombrosas de embarcaciones gigantes metidas, incrustadas, en ciudades. Por cierto la violencia de estos fenómenos las podemos ver en videos, por internet, pero quienes mejor conocen de estos castigos de la naturaleza son los mismos protagonistas.
En mi poesía de juventud, por allá, por la década del 80 del siglo  20, siempre expuse mi amor al mar. Lo sigo haciendo. Pero a la vez, en versos de ese tiempo, expongo en forma directa ese pánico por la noche marina, ese miedo de poner un pie en sus aguas oscuras. Imagino, frente a este panorama, el pavor de aquéllos que no se dieron cuenta cuando el mar, violento, entró por sus ventanas. No hubo nada, no hubo aviso. Nadie, en ese momento, fue alertado.
La violencia de un terremoto nocturno de esa magnitud, más el posterior tsunami, viene siendo como la irrupción de seres diabólicos y armados abriéndose pasos a golpes de botas y gritos por la puerta de tu casa. Sólo que se trata de la naturaleza, la más poderosa de todos los seres, la que actúa sin decir una palabra, pero que advierte situaciones que muchas veces son anómalas por parte de los humanos. Aun así me pregunto cómo los hombres, frente a este monstruo que se levanta, de repente, con furia, es capaz de desafiarlo construyendo grandes ciudades, destruyendo entornos, salpicando erosiones, contaminando a boca abierta.
Lean con minuciosidad estos datos: “Según científicos de la NASA, se produjo un cambio en la rotación del planeta haciendo el día más corto en 1,26 microsegundos e inclinó el eje terrestre en 2,7 milisegundos de arco, equivalente a 8 centímetros. Estudios que utilizaron sistemas de posicionamiento global calcularon que la ciudad de Concepción se movió 3,04 m hacia el oeste producto del terremoto, mientras que en Santiago el desplazamiento fue cercano a 27,7 cm; incluso, Buenos Aires se desplazó 4 cm al poniente, aún cuando se ubica a más de 1.300 km de distancia del epicentro, y se registraron movimientos en zonas tan alejadas como las islas Malvinas y la ciudad brasileña de Fortaleza”.

Nada más que decir para graficar las dimensiones de este fenómeno.

Sin embargo, hay otras cosas que sí debemos tener en cuenta. Al margen de Indonesia, cabe hacer notar que Chile tiene una de las mayores cadenas volcánicas a lo largo de su territorio, alcanzando una cifra aproximada a los dos mil volcanes, de los cuales quinientos podrían considerarse activos (geológicamente) y una cifra de sesenta son monitoreados con datos históricos.
Si seguimos recabando información podemos darnos cuenta que hay volcanes que son considerados inactivos desde el holoceno, lo que da a entender que, supuestamente, muchos podrían estar viviendo en “territorio seguro”. Por lo menos es lo que observamos, ya que bastantes poblados se desarrollan a ras de volcanes tanto en sur, centro y norte chileno. Aunque, a decir verdad, las “hormigas humanas” tienen estas mismas prácticas en diversos espacios del orbe.
Al paso de años, y de acuerdo a información que retiene la población, se ha generado una especie de psicosis colectiva, sobre todo en sitios costeros, donde la gente sin esperar información radial o callejera toma sus pertenencias y huye a lugares más altos de su hábitat. Esto nos reseña que el último tsunamis dejó marcas profundas en los chilenos. Y cómo no, si los errores se sucedieron unos a otros en los momentos del sismo. Y, hay que decirlo, las muertes, la cantidad de ellas, fueron agudizadas por la inoperancia de los servicios a cargo de socorrer y alertar a los habitantes.
2010 fue el año en que el territorio chileno se estremeció, se retorció, desde la octava hasta la zona central del país. Y dejó a trasluz , insisto, mucha irresponsabilidad en servicios que deben tener en resguardo a la población
Con cuatro años de diferencia, esta crónica recuerda, enfatiza.  Pero ¿dónde están los que sobrevivieron?. ¿Qué hacen?. ¿Cómo han superado esa presión mental?.
Lo que interesa en este momento es el tema de los adelantos tecnológicos y cómo pueden o deben estar al servicio del hombre. Y en este caso estuvieron muy lejos.
Cabe hacer notar una anécdota de comienzos del siglo 20. El terremoto de Valparaíso de 1906 me provoca una contradicción en cuanto a la forma de información y a la recepción de ésta. En la oportunidad, el capitán Arturo Middleton, jefe  de la Oficina Meteorológica de la Armada, y basándose en anteriores estudios del Capitán de Marina Mercante, Alfred J. Cooper, mediante nota enviada a El Mercurio de Valparaíso, alertó seis días antes a la población sobre un posible movimiento telúrico de grandes proporciones. Sin embargo, la información no tuvo gran acogida. De haber sido distinto se habría evitado cientos y miles de muertos.
Chile es un país de terremotos. Al momento de culminar esta crónica tiembla en la zona norte del país. Fuertes temblores con réplicas nos traen anuncios funestos de años anteriores.
Lo concreto es que la gente con tanto ir y venir, con tanta desgracia histórica, quiere resguardarse por sus propios medios. Ya no cree en dimes y diretes de gobiernos de turno. Y compra velas y linternas. Y observa el mar constantemente. No quiere, por ningún motivo, volver a sentir al océano, al mismo demonio, entrar por sus ventanas a las tres de la mañana.

Escrito el 27 de febrero de 2014


3 comentarios:

  1. me asombra leer la crónica y ver como en la realidad, chile se duerme con alerta de tsunami y movimientos telúricos de mas de 8 grados Ritcher...la vida es un alerta contínuo, los desastres naturales se acentúan más y más en la realidad de la humanidad, un país tras otro, e una región tras otra, diferentes catástrofes se manifiestan en este, nuestro planeta, la tierra. el escritor, hombre contemporáneo, testigo ocular de este y otros hechos, no duerme, sino que con su escrito, su pluma, su palabra, registra los hechos reales de su entorno. Bien Hecho!!!!!

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  2. Cómo no recordar mi querido amigo Don Carlos, el funesto 2010, donde compartimos la alerta de tsunami, ante el sismo del cambio de mando de Piñera, que hizo un gobierno de cuatro años tan destructor como los dos terremotos y tsunami juntos, y que nos valió la segunda exoneración,(luego de la de Pinochet), en el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Ahora nos hermana además este terremoto 8.2 que azotó a Iquique y Arica, nuestras ciudades natales, en nuestro querido Norte desértico. Como siempre, su palabra poética me llega al alma. Reciba un abrazo y afectuoso saludo.

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  3. Aterradora realidad, si no dormir garantizara seguridad y ahuyentara el peligro y la inercia de la naturaleza, nos arrancaríamos las pestañas como dicen por ahí para mantenernos despiertos.

    Dios nos ampare, esto le puede pasar a cualquier nación no importa que tanto poder económico ostente. La reflexión sería bíblica: en lo que dependa de nosotros estar en paz con todos.

    Gracias por compartirlo.


    Alma Santana
    República Dominicana

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