En la década del 60, cuando cursaba mi educación primaria, el poder de las industrias tabaqueras pasaba todas las alambradas. No está de más recordar que los profesores (muchos, aunque no todos) impartían sus clases con el cigarrillo en la boca. No existía prohibición en ningún lado: interior de buses, trenes, oficinas públicas, restaurantes, bares, por nombrar algunos. Fumar representaba una opción válida, y quienes no lo hacían pasaban como seres, simplemente, de otros planetas. Como ley de vida, sin embargo, toda piedra que se eleva, cae. Y esto es irremediable. La juventud cae derrotada por la vejez. El tirano cae por sus excesos. La martingala, los delatores, torturadores, asesinos, en fin. Aunque pasen siglos, siempre llega el momento, incluso, de botar estatuas. Las tabaqueras gobernaron por largo tiempo y ahora comienzan, definitivamente, su retirada. Ya no es cosa de impuestos, de logos alusivos al cáncer. Ahora tiende a acrecentarse el tema de las prohibiciones en Chile. A los restaurantes, buses, cines,oficinas de administración, se suman otros lugares. Las peticiones se extienden a prohibir fumar en playas de veraneo. Del poder absoluto de antaño, ahora se puede ver a los fumadores seguir su vicio casi a escondidas. La sociedad (la vida), en algún momento, siempre pasa la cuenta.
Escrito por Carlos Amador Marchant, en 06 de enero de 2016-Valparaíso.-
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