Una
de las cosas que sorprenden en Valparaíso, es el desorden geográfico y variedad
social de entorno, es decir, la pobreza. En algún poema mío de hace un tiempo
hablé y dije: “Seguiré amando la
hediondez unida al arco iris, esa
combinación de infierno y belleza.” Y tal vez por siglos se ha tenido al puerto como un “adorno
feo” en medio del océano sudamericano. A mí me preocupa la actualidad y, en el
HOY, veo más pobreza que ayer. Es una pobreza que se acalla. En alguna ocasión (también)
hablé sobre la proliferación de hombres que duermen con colchones malolientes a
la intemperie, en sitios céntricos de la ciudad. En otra, de sectores donde el
hedor a meado y fecal golpea narices. ¿Quién responde sobre esto?. No veo quien
lo haga porque a diario se sigue con lo mismo.
Esta
mañana (martes 19 de agosto de 2014) antes de llegar a la estación Bellavista
en dirección al océano, mientras mucha gente esperaba el cambio de semáforo
para poder cruzar, sorpresivamente irrumpió un loco violento con garrote en
mano. El hombre gritaba con ira y trataba de amedrentar a la gente. Luego al
ver que los perros (innumerables) callejeros ladraban y se le acercaban,
comenzó a lanzar garrotazos a la calle y a los animales. El lugar se transformó
en caos y las mujeres corrieron a refugiarse. Era un loco furioso, perdido.
¿Quién responde por esto?.
Lo
que acabo de narrar me trae el recuerdo del Iquique de la década del 60 del
siglo 20, el Iquique pobre, donde nadie tenía para comprarse un puñado de azúcar,
un pedazo de pan. Por esos años, unido a la pobreza de banderas negras (he
hablado sobre esto en crónicas e incluso en mi primera novela), la proliferación
de locos en calles y suburbios era impactante. En Valparaíso, hay mucho de
esto, hay pobreza, delincuencia, cesantía. Los resultados están a la vista.
Escrito por Carlos Amador Marchant en martes 19 de agosto de 2014.-
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