Lo ingenuo que fuimos cuando jóvenes, tuvo la rareza de esos días de intensas lluvias, justo en el momento que salimos a la calle sin paraguas. Nos propusimos, desde esa óptica, cambiar las rejas de la casa, cambiar portones, candados, pero todo estaba establecido, todo estaba soldado a perpetuidad, Fuimos ingenuos caminando en la calle sin paraguas. No sabíamos que el maltrato pasaría la cuenta tarde o temprano. Fuimos poco sabios al creer que el mar nunca devoraría nuestras chozas. Y los años fueron pasando sobre los zapatos, descosiendo todas las costuras transitorias.
Escrito por Carlos Amador Marchant, en 16 de febrero de 2018.
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